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Pet Sematary: El Dilema de la Muerte

Katerine Fontecilla Rosas

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Reseña literaria

Stephen King nos sorprende con la que es una de sus obras más conocidas, Pet Sematary o como se le conoce en su traducción para el habla hispana Cementerio de Animales, publicada en 1983. En ella relata la historia de la familia Creed desde que decide mudarse a su nuevo hogar en las afueras de Ludlow, un pequeño pueblo de Maine, todos son felices hasta que Louis Creed encuentra al querido gato de su hija atropellado en la carretera y se ve metido en un dilema, dejar que su hija sufra por la muerte de su mascota, o escuchar las voces que lo llaman desde más allá de la valla de troncos, pasando las profundidades del bosque hasta el antiguo cementerio indio. Su mascota Church regresó a la vida, la cuestión es ¿bajo qué circunstancias había vuelto?

El objetivo de la trama es la de brindarnos una moraleja bastante macabra en torno a la idea de la muerte y el duelo. El momento en el que se vive la pérdida de un ser querido puede llegar a ser como una vorágine de emociones que nos inunda de tristeza, incertidumbre y desesperación, lo que puede llevarnos a rozar los límites de la locura y hacer hasta lo imposible porque todo regrese a lo que antes era, aun si eso significa ingresar en los terrenos más sombríos del mundo.

Quienes ya han disfrutado las letras de King, sabrán que puede ser algo complicado seguir sus páginas si no tienes algo de paciencia. El estilo de este autor es de un ritmo lento, preciso en los detalles y las descripciones que ofrece nos sumergen en sus escenarios, de tal manera, que casi se puede escuchar el rechinido de las puertas, oler el aroma de la madera y la tierra húmeda, así como sentir la frialdad del filo de un cuchillo atravesando la piel.

La intriga que me dejó la historia después de ver su última adaptación cinematográfica del 2019 fue la que me llevó a adquirir el libro, su ambientación, el desarrollo de los personajes y las tradiciones que se pueden observar, así como los seres mitológicos que forman parte de la trama son los que crean esta atmósfera tan tenebrosa, misteriosa y a la vez fascinante. A pesar de que el final del filme no fuera lo que esperaba, algo que por cierto el libro compensa bastante bien, no iba a quedar satisfecha hasta haber resuelto mis dudas, algo de lo que definitivamente no me arrepiento.

Pet Sematary se convirtió en uno de mis libros favoritos de este autor, el gran uso del suspenso funciona como un gancho que no te deja despegarte de las hojas, aun cuando parece que todo va bien, King aprovecha para mandarte un disparo de intriga que te recuerda que la felicidad nunca dura demasiado y que te mantendrá con los dedos clavados en la cubierta con los nervios al máximo, al punto en el que cualquier sonido que escuches te hará voltear para ver qué es lo que hay a tus espaldas.

Otro elemento que hará que quieras seguir con la mirada en sus letras, está en todos los misterios que se ocultan en los pequeños detalles dentro del desarrollo de los acontecimientos, tu cabeza estará constantemente llena de ¿por qué?, ¿cuándo?, ¿qué sucedió?, ¿cómo llegó ahí?, surgirán cada vez más preguntas que si llegas al final, puede que descubras las respuestas, aunque también puede que no encuentres certezas.

A pesar de que antes de leer esta obra no frecuentaba mucho el género del terror, después de disfrutar Cementerio de animales, es seguro que me haré de otros escritos de Stephen King para disfrutar de la sensación de ser absorbida por el mundo que va creando en el papel, un mundo que te llama a indagar más allá de lo obvio, donde no hay un miedo momentáneo, algo que sea de un segundo, sino, un tipo de miedo que va creciendo con cada hoja que pasas y que puedes sentir como recorre toda tu espina vertebral por momentos, ese es el estilo del rey del terror.

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Cultura

Se visten Niños Dios

Hace algunos años visité en Veracruz a una familia muy respetuosa de las tradiciones. Era día de muertos y nuestras anfitrionas cocinarían tamales estilo Misantla.

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Se visten Niños Dios

Jaquelina Rodríguez Ibarra

Durante los días que preceden y suceden al 12 de diciembre,

el tiempo suspende su carrera, hace un alto…

Octavio Paz

Hace algunos años visité en Veracruz a una familia muy respetuosa de las tradiciones. Era día de muertos y nuestras anfitrionas cocinarían tamales estilo Misantla. No podía faltar el toque mágico de la cocina mexicana, y mientras ellas amasaban, aderezaban la salsa del guisado y prendían el fogón, a cada uno de los presentes nos daban a probar los ingredientes que conformarían los tamales, así no habría antojo sin satisfacer y en consecuencia los tamales se cocerían perfectamente. Lo que ellas no supieron nunca es que yo moría por hacer un tamal, tomar la hoja que esta vez no era de maíz sino “papata” (una planta endémica de esas tierras) y formar un hueco en la palma de mi mano, untar la tersa superficie verde de la hoja con la masa un poco líquida (prepararían tamales de dedo) a diferencia de otras que había visto en mi niñez y finalmente poner la salsa con la carne, después doblarla debidamente y depositar el tamal en la olla donde sería cocido. Salimos a pasear por algunas horas, para dar tiempo a que esos exquisitos tamales estuvieran listos para ser degustados a nuestro regreso. ¡Oh sorpresa!, un silencio poco común embargaba la casa, entramos y nos dirigimos directamente al patio donde la lumbre inútilmente trataba de cocer aquellos tamales. Los rostros de las mujeres expresaban alguna incertidumbre, ¿qué había pasado? Los tamales no se cocían y todos habíamos saciado nuestro posible antojo.

En torno a la comida, y especialmente para ciertos platillos, hay infinidad de mitos y creencias y una de ellas es justamente que el antojo o deseo no satisfecho es lo que puede estropear el resultado. Hoy 2 de febrero muchos de nosotros no tendremos este riesgo pues la oferta de tamales en la Ciudad de México y el resto del país donde celebramos el compromiso asumido el 6 de enero con una gran “tamaliza” es benévola. El tamal es un alimento de origen prehispánico ofrendado a los dioses y no es fortuito que lo comamos en este día cuando se conmemora la presentación de Jesús en el templo y se celebra la Purificación de la Virgen María (término de la cuarentena después de haber dado a luz). En este día familias acuden a las iglesias llevando a su Niño Dios vestido primorosamente por sus padrinos para que sea bendecido, para más tarde agasajar a los invitados con la delicia de un manjar, el sincretismo de dos culturas opuestas es evidente en estas tradiciones religiosas.

Para haber llegado a este punto, el 6 de enero debimos haber partido la rosca de reyes y si la fortuna estuvo de nuestra parte recibimos en nuestra rebanada el pequeño muñeco de plástico depositado en la suculenta textura de la masa y que simboliza al Niño Dios.

Al cerrar el año 2020 sucedió un fenómeno poco común en el universo, lo que llaman la conjunción planetaria, alineación momentánea de planetas, justo en el solsticio de invierno, días antes de Navidad. En esta ocasión fueron Júpiter y Saturno, que por un instante brillaron juntos como un solo cuerpo celeste. Quienes lograron ver este fenómeno ¡enhorabuena!, porque tal vez estarían viendo lo que los Reyes Magos tuvieron como punto de guía para llegar con el Mesías, es decir la estrella de Belén. Esta es una de las tantas teorías que podemos conocer sobre la visita de los reyes, sabios o magos que llevaron regalos al niño recién nacido, Jesús. El 6 de enero solemos celebrar la Epifanía (manifestación, aparición o revelación), es decir el bautismo de Jesús en el río Jordán, su primera manifestación en la Tierra, y también la adoración que los Reyes Magos le brindaron: “El Nuevo Testamento menciona que cuando Jesucristo nació en Belén recibió la visita de unos magos que venían de lejanas tierras orientales…” (Iglesias y Cabrera, Sonia; 2001). En México heredamos las creencias religiosas venidas de Europa, tradiciones que se casaron con las que ya se vivían en tierras mesoamericanas. Partir una rosca en convivencia familiar, amigos o compañeros ha sido una tradición mexicana desde la época colonial. Se cuenta que antes, en tierras navarras, ponían dentro de un pastel un haba, y a quien le tocara ésta en su rebanada era proclamado rey y sería homenajeado con regalos durante un año. El haba simbolizaba la realeza del Niño Dios por lo que encontrarla se convertía en símbolo de fortuna, aunque para otros hoy el compromiso que implica es adverso a la suerte. Con el pasar del tiempo el haba fue sustituida por un muñeco de porcelana que luego sería de plástico, e igualmente la fortuna llega a quien lo encuentra en su rebanada de rosca. Así mismo este día los niños reciben regalos, especialmente juguetes, emulando tal vez los regalos que aquellos sabios llevaron al niño Jesús.

La noche de reyes, los regalos y la rosca no se hubieran dado sin la Navidad, el 25 de diciembre, y la Nochebuena del 24. Un árbol alumbrado en su totalidad y adornado en exceso que tal vez tuvo su origen en una leyenda europea: “Era Nochebuena y el solsticio de invierno anunciaba con un intenso frío un holocausto: el hijo de Gundhar iba a ser ofrecido en sacrificio a Donar, dios de la agricultura, bajo el gran roble sagrado. De pronto, impidiendo que el sacerdote pagano asestara el golpe mortal sobre el primogénito, Bonifacio, de un solo tajo, derribó el árbol ayudado por el hacha y el fuerte viento que soplaba. Se hizo un silencio abrumador. Todos los asistentes enmudecieron y Bonifacio, solemne y majestuoso, señaló un pequeño abeto verde, símbolo de la vida perpetua, y lo nombró Árbol del Niño Dios.” (Iglesias y Cabrera, Sonia; 2001). Así también las casas a partir de la primera posada, actualmente desde antes, exhiben ya sea bajo el árbol de Navidad o en su porche un nacimiento, es decir figuras que representan a los personajes de la Sagrada Familia en el momento de la Natividad y cuyo origen sea probablemente en 1223 cuando San Francisco de Asís solicitara “… autorización al papa Honorio III para escenificar un nacimiento con ‘figuras’ vivas, es decir, con personas y animales que representaban el misterio del advenimiento de Jesús…” (Iglesias y Cabrera, Sonia; 2001).  Hoy los nacimientos mexicanos son un arte popular, creados por artesanos de diversas regiones de nuestro país, manos diestras en el barro dan forma a los “…personajes imprescindibles: la Virgen María, San José, el Niño Dios, el buey, la mula, el borrego, el ángel, la estrella-cometa, los Reyes Magos y los pastores.” (Iglesias y Cabrera, Sonia; 2001)

Las nueve posadas que preceden la Nochebuena evocan la solicitud de albergue que José y María hicieron en Belén. Se cree que su origen es mexicano, aunque habría un anteceden en las Misas de Aguinaldo “…así denominadas porque se ofrecían como un obsequio de Navidad y se acompañaban de villancicos alusivos al Nacimiento del Niño Dios…comprendían un periodo de nueve días, el mismo lapso que antecedía a los preparativos a que debían someterse…” (Iglesias y Cabrera, Sonia; 2001) los que serían sacrificados en honor del dios Huitzilopochtli.

Realmente este peregrinar gastronómico – festivo no tendría sentido sin el 12 de diciembre fecha detonante de nuestra mexicanidad, la aparición de la Virgen María en tierras recién conquistadas por la corona española, evento sucedido algunos años después de la caída de México Tenochtitlán. El cerro del Tepeyac, antiguo santuario de Tonantzin (nuestra madre), es donde tiene lugar dicha aparición. Actualmente miles de personas, desde diferentes lugares del país (México) emprenden un recorrido para llegar al santuario de la Virgen de Guadalupe en la basílica que está justo en el cerro del Tepeyac. Y así inicia lo que en México llamamos el “Puente Guadalupe – Reyes” que va del 12 de diciembre al 6 de enero, pero cuyo cierre oficial es justamente hoy, 2 de febrero día de la Candelaria, vistiendo al Niño Dios que cada familia tendrá en su casa, llevándolo a la iglesia a bendecir y comiendo en compañía los tradicionales tamales ofrenda de los dioses mexicas.

En sus diarios Colón escribe a los reyes: “Yo (dice él), porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra Santa Fe con amor que no por fuerza…” Así fue, hemos cedido ante una cultura, ante sus ideas e ideales, ante su cosmovisión del mundo, ante su ser. Así mismo, sin embargo, el mexicano guarda en su interior un origen que niega y del que se avergüenza, pero que en estas ceremonias permite exteriorizar.

 

Iglesias y Cabrera, Sonia E. 2001. Navidades Mexicanas. México: Conaculta

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Arte

La máscara de diablo

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La máscara de diablo

Víctor Salgado

Jacinto era el hombre más pobre de la comarca. Vivía en una casa de adobe que se caía de vieja en la ladera de un cerrito, a la sombra de unos naranjos. Rutilia, su esposa, conservaba algo de la belleza de su juventud, pero el hambre y la pobreza la hacían ver aún más vieja de lo que realmente era. Ninguno de los dos solía salir de su ranchito más que alguna vez, cada dos o tres meses, para ir al pueblo a abastecerse de las cosas más absolutamente necesarias. Su aislamiento era tal, que la gente del pueblo los consideraba algo así como ermitaños, indeseables criaturas del monte que no eran bien recibidos en la iglesia, ni en el mercado o ni en cualquier lugar público. Algunos incluso se burlaban de ellos con crueldad.

Un día sábado muy temprano, Jacinto llegó a la plaza montado en su burro viejo. Llevaba un par de gallinas para cambiarlas por víveres en la tienda de don Casimiro Díaz. Ahí estaban tomando cerveza Simón Castro y su compadre Mequías Maldonado, quienes al ver al pobre hombre entrar en la tienda pensaron que era una gran oportunidad para jugarle una buena broma.

–Quiobo, Jacinto –le habló Simón–. ¡Qué milagro verte por aquí!

–Vine a vender unas gallinitas –respondió Jacinto.

–¿Y ya te vas? ¿No te vas a echar una cerveza con nosotros?

–Es que no traigo mucho dinero.

–No te apures, hombre –intervino Mequías–; nosotros te invitamos. Don Casimiro, tráigale una cerveza fría al amigo Jacinto, por favor.

Don Casimiro, que no estaba a gusto con la presencia de Jacinto en su tienda, le llevó una cerveza caliente y dijo:

–Nomás que se la tome y que se vaya. Esta gente del monte es muy mañosa y seguido se me pierden cosas de la tienda.

Jacinto recibió la cerveza y dirigió una mirada retadora al propietario del negocio.

–No le hagas caso –dijo Simón.

–Viejo canijo; nomás porque me ve pobre me desprecia.

–Ándale, tómate la cerveza, y ya no pienses en eso.

–Oye, Jacinto –dijo Mequías–, yo quiero ayudarte, si me lo permites. Te voy a decir lo que debes hacer para ganar buen dinero y que salgas de pobre.

–A mí no me pesa ser pobre, pero cuando pienso en mi mujer se me rompe el corazón nomás de recordar que a veces se pasa toda la noche remendando sus vestidos viejos o tratando de componer sus zapatos rotos…

–Por eso, amigo. Escucha lo que te decimos y vas a ver cómo en poco tiempo te juntas tus buenos centavos.

–¿Y qué debo hacer, pues?

–Mira, viejo, lo que debes hacer es lo siguiente; pon atención: junta la ceniza del fogón de tu casa y tráela a vender con don Esteban, el panadero. Él la compra, y la paga muy bien, principalmente ahora que se acerca el día de muertos, va a necesitar mucha ceniza para hacer pan.

–¿De veras?

–Sí, hombre. Entre más ceniza le traigas mejor te la va a pagar.

Jacinto terminó su cerveza caliente, recogió sus cosas y se despidió, dando las gracias al par de bribones, que se quedaron riéndose a carcajadas de la ignorancia del pobre montaraz. Un par de horas más tarde llegó a su casa, buscó unos costales viejos que había guardado detrás de la troja y durante los siguientes días recogió hasta la última pizca de ceniza que iba quedando en las hornillas y debajo del comal.

Para el siguiente sábado había llenado dos costales de ceniza, los cargó en su burro y se dispuso a salir de madrugada para llegar temprano a la plaza y ser el primero en venderla. Rutilia, que todo el tiempo desconfió del negocio de su marido, quiso persuadirlo en el último momento:

–Nadie te va a comprar esa ceniza –le dijo–. Yo nunca he sabido que se necesite ceniza para hacer pan.

–Confía en mí. Al rato que regrese te traeré un vestido nuevo.

–Qué vestido nuevo ni qué nada. Bueno, con tal de que no se te vaya a morir el burro en el camino, haz lo que te dé la gana.

Antes de amanecer, Jacinto ya estaba en el pueblo. Llegó a la casa de Esteban, donde ahí mismo tenía su panadería, y llamó a la puerta. Abrió la mujer del panadero, quien llamó a su marido y luego salió éste, extrañado de recibir a un visitante tan peculiar.

–Buenos días, patrón. Vengo a vender mi ceniza. Son como veinte kilos y ya la limpié.

Esteban, un hombre alto y muy gordo, hizo un gesto de confusión y respondió:

–¿Yo para qué quiero tu ceniza? Estás loco tú.

–Pero, señor, me dijeron que usted la compraba a buen precio.

–¿Y quién te dijo semejante pendejada?

–Don Simón y don Mequías me dijeron que…

–¡Simón y Mequías! Par de bandidos… ¿No ves que esos dos nomás andan buscando a quien hacer tarugo? Yo no compro ceniza ni me sirve de nada. Ahora vete y deja de quitarme el tiempo,

–Pero, señor… –suplicó Jacinto.

–Mira, llévate estos diez pesos para que te compres algo –respondió compadecido el panadero–, pero ya no le andes haciendo caso a esa gente descarada que nada más se burla de ti.

Jacinto recibió el dinero y se fue decepcionado y avergonzado de haberse dejado engañar tan fácilmente. Vagó un rato por el pueblo y esperó a que terminaran de instalarse los puestos de la plaza para comprarse algo con sus diez pesos. Pensó en el vestido que le prometió a su mujer, pero no le alcanzaba el dinero; quiso comprarse unos huaraches o un sombrero, pero todos costaban más de veinte pesos. En realidad no sabía qué hacer con los diez pesos que llevaba en el bolsillo. Cuando estaba a punto de irse a su casa, vio casi al final de la plaza un puesto que nunca había visto antes. Una anciana de aspecto aterrador tenía a la venta juguetes, silbatos, cohetes y disfraces de carnaval. En medio del puesto había una máscara de diablo, espantosa pero particularmente llamativa. Al verla, Jacinto creyó que si la compraba podría espantar una noche a los desgraciados que lo habían engañado, así que preguntó su precio a la anciana. “Cuesta diez pesos”, dijo la siniestra mujer, justo lo que le había dado el panadero, y no dudó en comprarla.

La decepción de Jacinto se había convertido en alegría y una especie de inocente malicia al pensar que podría desquitarse de Simón y Mequías, si los espantaba con su máscara de diablo el día de muertos. Iba caminando por la última calle del pueblo, jalando la rienda de su burro viejo, cuando vio acercarse una pequeña tropa que andaba en busca de unos bandidos.

–Oiga, señor –le dijo uno de los soldados–, ¿habrá visto pasar por aquí a dos hombres con dos caballos?

–Yo no he visto a nadie, señor.

–Bueno, sepa que son unos ladrones muy peligrosos. Si los llega a ver repórtese de inmediato al cuartel.

–Sí, señor.

Jacinto y los soldados siguieron cada quien su camino.

Cuando llegó a su casa, ya estaba pardeando la tarde. A la hora de cenar, le contó a su mujer todo lo que le había sucedido ese día: lo que le había dicho el panadero, lo del extraño puesto de la plaza, lo de los soldados… Y al final le contó de la máscara de diablo que se había comprado. Rutilia se asustó un poco cuando Jacinto se puso la máscara para enseñársela mejor.

–No seas bárbaro, Jacinto –le dijo–. Tira esa cosa; está muy fea.

Luego se fueron a dormir. Sería casi media noche cuando Rutilia se despertó; había escuchado el tropel de unos caballos acercándose a su casa. Un poco miedosa despertó a Jacinto, que estaba roncando.

–Ándale, asómate –le dijo–. No vaya a ser un alma en pena.

–¡Cómo un alma en pena! No digas locuras. Será algún viajero que se habrá perdido.

El tropel se escuchaba cada vez más cerca, hasta que se detuvo. Una voz masculina habló al otro lado de la cerca de piedra:

–Buenas noches. No se espanten; no somos ánimas del purgatorio.

Se oyeron risas. Luego habló otra voz de hombre:

–Nomás andamos buscando un lugar donde pasar la noche. Llevamos tres días de camino y necesitamos descansar y comer algo. Le pagaremos, y mañana, antes de que amanezca, nos iremos de aquí.

Jacinto creyó reconocer las voces de Simón y de Mequías, y pensó que tal vez se habían enterado de lo que sucedió con el panadero y, seguramente borrachos y sin nada mejor que hacer, habían ido a burlarse de él a su propia casa. Eso sí que no lo iba a permitir. Fue a su dormitorio, sacó la máscara de diablo y se la puso. Iluminado con la llama de un candil de petróleo, salió de su casa gimiendo y gritando para espantar a los desvergonzados. Los hombres, al ver al mismo diablo caminando hacia ellos, saltaron de los caballos y se echaron a correr sin detenerse, hasta que se perdieron en la oscuridad de la noche.

Rutilia salió del dormitorio y encontró a Jacinto riéndose a carcajadas tan escandalosas, que parecía que se iba a ahogar. A ella no le hizo mucha gracia; se acercó a los caballos para que no se fueran a escapar también, pero se dio cuenta de que llevaban una carga muy pesada, y llamó a su marido, que apenas empezaba a recuperar el aliento.

–Mira, Jacinto, estos caballos traen unas bolsas.

Jacinto se acercó a los caballos y registró la carga que llevaban. Descargó las bolsas de tela, abrió una y vio que estaba llena de monedas de plata. Además del dinero, descargó también dos carabinas, un revólver, unas espuelas, ropa y una garrafa de mezcal.

–Éstos no eran Simón ni Mequías –dijo a su mujer.

–¿Entonces quiénes eran?

Después de pensar un momento, recordó lo que le había dicho el soldado en la plaza ese mismo día.

–¡Los ladrones!

Pensó en ir al cuartel militar a dar parte a las autoridades, pero luego de reflexionar, llegó a la conclusión de que sería mejor guardar el dinero y las armas, deshacerse de las demás cosas y dejar libres a los caballos, que al fin aquellos hombres no le habían hecho nada a él ni a su mujer.

El siguiente sábado Jacinto y Rutilia llegaron muy temprano a la plaza. Compraron una canasta llena de frutas, un vestido hermoso para Rutilia, unos huaraches y un sombrero para Jacinto y una bolsa llena de pan. Simón y Mequías los vieron pasar desde la tienda de don Casimiro, completamente sorprendidos. No quisieron quedarse con la curiosidad picándoles el alma, así que alcanzaron a Jacinto y le preguntaron de dónde había sacado tanto dinero.

–Ya ven –les respondió–, vendí toda la ceniza a don Esteban y me la pagó muy bien.

Los dos bromistas se miraron entre sí; no lo podían creer. Y sin decir una palabra cada uno echó a correr a su casa.

Más tarde alguien llamó a la puerta de don Esteban. El hombre gordo y alto salió a ver quién era y encontró a Simón y Mequías completamente batidos y cargando pesados costales de ceniza. Les gritó:

–¡¿Ustedes?! Par de imbéciles…

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Bmx girl freestyle

Selene Jazmin López Diaz

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Mi nombre es Selene Jazmin López Diaz, soy conocida como Serene Ropesu que es la traducción de mi nombre (Selene López) al japonés y hoy uso como pseudónimo.

Tengo 26 años soy fotógrafa y deportista en Bmx freestyle.

El bmx es un deporte que se realiza en bicicleta rodada 20, su geometría y peso son diferentes a los de las bicis comunes porque se utiliza para hacer acrobacias ya sea en rampa (parques, bowls) o en la calle. Esta última es mi favorita.

Empecé practicando skate en Toluca, recuerdo que me llamaba mucho la atención lo que mi hermano mayor, Michelle, hacía con una patineta. A los 14 me compré mi primera patineta en un bazar y empecé a practicarlo.

Era muy raro que hubiera parques para ir a patinar, en Toluca había más calles (street), bardas, escalones, jardineras. Todo lo que puedas ver en la calle y te funcione para realizar un truco es llamado spot.

Cuando tenía 17 años se inauguró el parque Bicentenario más conocido como «ex Zona militar» y adaptaron un espacio con rampas para los que hacíamos estos deportes.

Cuando comencé a practicar con mi patineta hubo un día en especial que fui y vi a tres chicos en bicicletas pequeñas haciendo locuras, volaban de un lado a otro, daban giros, se deslizaban en tubos, entonces ahí fue donde el mundo del Bmx y la bicicleta me enamoró. Su energía y libertad, simplemente el ser puros y fiel a ellos mismos a través de la bici me cautivó tanto que desde ese día mi vida cambió. Estuve trabajando y estudiando a la vez para pagar mi primera bicicleta.

Llevo 8 maravillosos haciendo bmx y realmente lo amo. A través vez de mi Bici he conocido una parte importante de Selene: mis miedos, mi poder y mi espíritu. Cada vez que subo a mi bicicleta para hacer un truco es una batalla personal, la cual conlleva el miedo que siento por no saber qué pasará, si habrá una caída, si lo lograré, si puedo hacerlo.

Siempre he pensado que cuando piensas en algo ese pensamiento ya sembrado en ti es porque sabes que puedes hacerlo y sólo sigue creerlo, darle tiempo y hacerlo hasta que esto florezca.

Mi familia vive en Toluca, ciudad donde crecí y decidí dejar para venir a la Ciudad de México porque hay más espacios, más parques donde hacer bmx. ¨Porque uno de mis propósitos es hacer crecer la participación de la mujer en esta escena que aún sigue siendo escasa.

He asistido a muchas competencias, nunca me ha dado miedo ni pena concursar. Aunque las primeras veces no sabía hacer completamente nada, sin embargo, mi pensar siempre ha sido intentarlo y aprender de eso para poder ir escalando.

En la Ciudad de México se hacía un concurso grande llamado «dfctuosasbike contest» en el parque bajo puente de San Cosme o Normal. Las chicas que organizaban este concurso fueron las primeras en la ciudad que empezaron a abrir la escena femenil en el Bmx, por medio de Facebook me enteraba de estos movimientos y de que otras chicas estaban en este deporte, esa fue otra de las razones por las que me moví a vivir a la ciudad, más concursos más chicas ya que en Toluca no había mujeres que hicieran este deporte.

Puedo decir que cuando llegué a la Ciudad de México me fue difícil establecerme, llegué a vivir con mi abuela (por parte de mi padre) pero siempre asumiendo mis propios gastos. Conseguir empleo, tener nuevas amistades, moverme en la inmensa ciudad fue un reto durante meses.

Soy una mujer que nunca se da por vencida cuando una meta está en mi cabeza y la principal siempre ha sido representar a la mujer, abrir más espacios para las mujeres en los concursos grandes y esto sólo se logra asistiendo y teniendo presencia en todos los concursos.

En este momento estoy en el equipo de WIBIKES STREET shop de bmx en la Ciudad de México ubicado en Antillas #211 col. Portales. Llevo casi 3 años corriendo para ellos, me han apoyado este tiempo para las piezas y mantenimiento de mi bicicleta, y poder seguir haciéndolo. Me siento muy feliz y completa de poder estar con ellos porque me han hecho crecer como rider y como persona.

He podido tener la oportunidad de concursar y viajar a varios lugares, por ejemplo, Oaxaca, León, Guanajuato, Guadalajara, Cuernavaca, Tuxpan, Querétaro, las playas Acapulco, Cozumel. He tenido varios podiums desde mis inicios pero algo que siempre tengo en mente y en alto es que no sólo es ganar un primer lugar y ser la mejor, pienso que un ganador es aquel que siempre lucha contra sí, contra todo para llegar a donde quiere, sacrificando, teniendo paciencia, aceptando cuando eres de las últimas en la lista de concursantes porque todo eso, ese proceso de ir escalón por escalón y balancear el ego de ser el mejor y el primero a conocerte y superarte a cada intento es la lección, la moral que a uno lo va a formar para poder un día recibir y saber que lograste esa meta y puesto.

He tenido varias experiencias en donde me han hecho comentarios por mi apariencia, «machorra», «lesbiana», «hombre» y en realidad me da mucha gracia porque aun no comprendo por qué relacionan este deporte de esa manera. Algo que es muy real es que cualquier deporte transforma tu cuerpo a lo que necesitas para así adaptarse a lo que estás haciendo, en este caso siempre estás cargando una bicicleta. A mi gusto me encanta sentir esa adrenalina, me gusta ser ruda, cuando monto y hago trucos simplemente sale ese lado fuerte de Selene.

En muchas ocasiones por falta de chicas me ha tocado concursar en la categoría de hombres y es ahí donde yo veo la oportunidad porque al menos una persona pensará en nosotras y si poco a poco tengo que moverme incluso en las categorías varoniles para un día tener más categorías sólo para nosotras en donde sea igual la premiación, la calificación el respeto, lo haré.

He tenido varias experiencias en donde puedo decir que la forma de premiar a las mujeres y los hombres, incluso el trato, han sido desigual. Muchos dicen que todo pedimos, que si nos dan espacio no vamos, que si no hay buenos premios bla bla, creo que es algo justo de pensar que si ya hay chicas al nivel de los chicos por derecho merecemos un respeto y una premiación igual, hacemos lo mismo, luchamos por lo mismo. Esto todavía llevará tiempo, a mi parecer si siempre se mantiene una callada, todo seguirá igual por eso siempre estoy en movimiento mi mejor manera de protestarlo es haciéndolo y alzar la voz junto a mi bici.

He tenido bastantes experiencias buenas en viajes, en concursos en cualquier día normal, mucha gente me ha abierto las puertas de su casa y me ha brindado comida, agua, cama, es ahí donde agradezco todo lo que me ha dado el bmx: familias externas, amistades instantáneas, historias que jamás olvidaré, convivencias en donde todos somos iguales y compartimos el mismo espacio, con diferentes sueños, diferentes obstáculos pero al momento nos apoyamos.

Mi familia, mis padres al principio les costaba entender la forma en que llevaría mi vida haciendo esto, estar de un lado a otro, viajar, estar siempre afuera, pero desde el inicio nunca me detuvieron y cuando ellos vieron que realmente me importaba y no lo dejaría, han creído en mí incondicionalmente, mi primera motivación día a día es y serán ellos.

Claro que he tenido muchas caídas, fuertes, leves golpes, es parte de, han sido las que más me han enseñado a seguir, muchas veces entre llanto, desgaste mental porque es una batalla. He pensado en rendirme y entonces es cuando recuerdo todo lo que he hecho y pasado hasta donde estoy y me automotivo, hay muchos pensamientos que se me atraviesan como si de verdad esto es para mí o si es momento de dejarlo e irme a una oficina las 24/7 como todo el mundo, pero la vida y el universo cada vez que me siento abajo me manda una puerta por abrir que me lleva de nuevo a mi bici.

Actualmente sigo haciendo bmx, también comencé a tener gusto por la mecánica en bicicletas, y empecé mi marca de ropa estilo urbano llamada «TROPICAL SHIT».

Sé que algún día todo esto, estas historias, estos esfuerzos y estos movimientos que hacemos harán historia y serán parte importante del deporte, nos verán y seremos aún más ejemplos para las nuevas generaciones, y siempre pienso en hacer crecer esto no dejarlo morir porque haremos historia. Mi lema siempre ha sido «aquí y ahora», Porque cada que me enfrentó a bajar algunas escaleras, girar en algo alto, saltar, tomar con fuerza mi manubrio es el instante perfecto donde sé que estoy viva.

Larga vida al Bmx!

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Marca @tropicalshit

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