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La interpretación de los sueños según Freud y Lacan Algunos sueños de René Descartes

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¿En los sueños puede predecirse el futuro?

La interpretación de los sueños según Freud y Lacan

Algunos sueños de René Descartes

  1. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

En un artículo anterior (Parte 1) mencioné la importancia de la interpretación de los sueños en psicoanálisis de acuerdo con la teoría de Sigmund Freud.

En los sueños son evidentes y claras la existencia y la manifestación del inconsciente de cada persona ya que no se está consciente al estar dormido y en cada uno de ellos el soñante está presente actuando o viendo.

Del mismo modo, señalé que existe el contenido manifiesto, que es lo que la persona recuerda, y el contenido latente que llegamos a conocer con la ayuda del psicoanalista.

Una vez que el analista ha realizado la interpretación con auxilio de las asociaciones del soñante se encuentra un cumplimiento de un deseo inconsciente.

Debo añadir que Freud encontró que puede haber varias interpretaciones, pero que la más profunda tiene que ver con la infancia del que sueña.

Finalmente habrá que recordar que no se trata de hacer un diccionario de símbolos universales sino interpretar individualmente con lo que la persona asocia.

Acerca de unos sueños de Descartes

El propio Freud[1], cuando le proponen que interprete unos sueños propios del gran filósofo René Descartes, escribe que “trabajar con sueños sin poder obtener del propio soñante indicaciones acerca de los vínculos que puedan unirlos entre sí o referirlos al mundo exterior sólo da, por regla general, un magro [pobre] resultado”.

Asimismo, señala que las partes sobre las que Descartes no supo decir nada son las inconscientes y que él “explica eso inconsciente apoyándose en las ideas que el soñante ha aportado”.

También disiente sobre la interpretación que el propio Descartes hace en su escrito sobre un “melón de un país extranjero” como “los encantos de la soledad” diciendo: “Ello no es ciertamente exacto, pero podría ser una asociación de ideas que pusiera sobre la pista de una explicación exacta”.

Por ello, “para el psicoanálisis -Cristina Fontana precisa- no vale dar una significación general e impersonal a un sueño, o hacer un suerte de traducción automática: a tal imagen corresponde tal significado. Un mismo sueño puede tener distintos sentidos según quién los sueñe y el contexto en que se encuentre”[2].

¿En los sueños puede predecirse el futuro?

Existen sueños repetitivos a los que se les atribuyen poderes mágicos o sobrenaturales.

Son los llamados sueños premonitorios. Encierran un deseo inconsciente, como en todos los sueños, que motiva a una conducta. “Cuando alcanza el objetivo, lo interpreta pensando que el sueño ´sabía´ y, en cierto sentido, sí sabía, pues el deseo inconsciente ´sabe´ antes de la persona, pero no es nada mágico sino que forma parte de lo sorprendente del inconsciente”[3].

Recuerdo el caso de una persona que soñó con gran claridad un número de la lotería y estaba convencido que la ganaría. Compró el boleto y no obtuvo el premio anhelado. Habría que interpretar el significado inconsciente de esos números y cuál era el deseo inconsciente.

 Forma más común de interpretar

Hay que tratar el sueño como un enigma que hay que descifrar. Como una frase incompleta.

Generalmente el psicoanalista le comunica al paciente el significado de su sueño, esperando que el analizante esté cerca de llegar a la misma interpretación. El psicoanalista proporciona un significado específico con base en las asociaciones del analizante.

Se cerró el inconsciente

Hace ya algunos años, los psicoanalistas se dieron cuenta de que las interpretaciones sobre los sueños cada día eran menos efectivas.

Jacques Lacan, psicoanalista francés, consideró que esa falta de eficacia se debía a un cierre del inconsciente provocado por los propios analistas, responsabilizándolos de la tendencia a interpretar basados en simbolismos, a pesar de las advertencias del propio Freud.

 La interpretación de los sueños según Lacan[4]

Esto llevaba a que los analizantes adquirieran la capacidad de predecir lo que se les iba a decir.

Por ello, Lacan propuso otro modo de interpretar. En lugar de buscar significados ocultos, propone desbaratar el sentido; en vez de ofrecer al analizante un nuevo mensaje, la interpretación tiene que servir sólo para permitir que él oiga el mensaje que se está dirigiendo inconscientemente a sí mismo.

Para el analista francés no importan las imágenes soñadas sino la manera como se narran; es decir, está atento al lenguaje y sus asociaciones.

El psicoanalista debe tomar la palabra del analizante de una manera absolutamente literal, ya que su tarea no es captar un “mensaje oculto”, sino leer el discurso del analizante como si fuera un texto.

Es decir, el analista debe prestar atención a lo que oye para ligarlo con una cadena de asociaciones. Por ejemplo: si una persona soñó algo relativo a una copa, en lugar de interpretar como genital femenino, quizá puede apuntarse que “está copado” (rodeado o asediado por todas partes), y a partir de esto iniciar la asociación de ideas.

En pocas palabras, podría decirse que lo importante en la práctica lacaniana no es tanto la imagen de lo que se soñó sino la manera como lo expresa en palabras y, a partir de ahí, mediante asociaciones libres aparecerá el inconsciente.

Valor de la interpretación

“El valor de una interpretación no reside en su correspondencia con la realidad sino en su poder para producir ciertos efectos”, ha escrito bien Dylan Evans[5].

Por tanto, el psicoanalista debe despertar la curiosidad y provocar la asociación de ideas. Ello se logra tomando la palabra del analizante de manera literal, como dijimos, y realizando interpretaciones ambiguas, ya que entonces intentará aclararlas tanto a nivel consciente como inconsciente; es decir, se pone a trabajar al inconsciente.

En el sueño habrá un cumplimiento de deseo ya que el deseo inconsciente va a insistir constantemente a través de síntomas, actos fallidos y sueños.

Y es que el objetivo de la cura en psicoanálisis consiste en que el analizante reconozca la verdad de su deseo inconsciente.

[1] Sigmund Freud (1899), “La interpretación de los sueños” en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1976, Tomo 21, pp. 201 y 202.

[2] Cristina Fontana, Todo lo que nunca quiso saber sobre el psicoanálisis, Madrid, Editorial Síntesis, 2001, p. 42.

[3] Cristina Fontana, op. cit., p. 43.

[4] Cfr. Dylan Evans, Diccionario Introductorio de Psicoanálisis Lacaniano, Buenos Aires, Paidós, 1997, pp. 114 y 115.

[5] Dylan Evans, op. cit., p. 115.

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Diálogo entre Albert Einstein y Sigmund Freud

¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra?

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Diálogo entre Albert Einstein y Sigmund Freud

M.en T. Psic. Carlos Chávez Macías

¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra? Einstein a Freud

El 30 de julio de 1932, el famoso físico Albert Einstein[1] escribió una carta a Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, preguntándole si existía algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra.

Freud[2], quien tenía 76 años, le contesta en septiembre del mismo año. En esta época ya había acontecido la I Guerra Mundial (1914-1918), y aún no daba inicio la II (1939-1945). La ONU fue constituida en 1945, para suceder a la Sociedad de Naciones, creada en 1919 y desaparecida en la II Guerra Mundial.

 

Einstein y Freud únicamente se habían visto en una ocasión, en la casa del hijo menor de Freud en Berlín 5 años antes, a principios de 1927. En una carta al también psicoanalista Sándor Ferenczi, Freud[3] escribió acerca de esa reunión: “En efecto, charlé dos horas […] con Einstein […]. Es una persona jovial, segura y amable, entiende tanto de psicología como yo de física, de manera que nos entendimos a las mil maravillas”.

Después de esas cartas sobre los motivos de las guerras, intercambiaron algunas en 1936 y 1939.

 A continuación, presentamos a modo de diálogo extractos textuales de ambas cartas publicadas en las Obras completas de Sigmund Freud.

El problema de la guerra

Albert Einstein: “La propuesta de la Liga de Naciones y de su Instituto Internacional de Cooperación Intelectual en París […] me brinda una muy grata oportunidad de debatir con usted una cuestión que, tal como están ahora las cosas, parece el más imperioso de todos los problemas que la civilización debe enfrentar. El problema es éste. ¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra? […] todo intento de darle solución ha terminado en un lamentable fracaso”.

 

Sigmund Freud: “Esperaba que escogería un problema situado en la frontera de lo cognoscible hoy, y hacia el cual cada uno de nosotros, el físico y el psicólogo, pudieran abrirse una particular vía de acceso, de suerte que se encontraran en el mismo suelo viniendo de distintos lados. Luego me sorprendió usted con el problema planteado […]. Recapacité entonces, advirtiendo que no se me invitaba a ofrecer propuestas prácticas, sino sólo a indicar el aspecto que cobra el problema de la prevención de las guerras para un abordaje psicológico”.

Einstein: “Creo, además, que aquellos que tienen por deber abordar profesional y prácticamente el problema no hacen sino percatarse cada vez más de su impotencia para ello […]. En lo que a mí atañe, el objetivo normal de mi pensamiento no me hace penetrar las oscuridades de la voluntad y el sentimiento humanos […] poco puedo hacer más allá de tratar de aclarar la cuestión y, despejando las soluciones más obvias, permitir que usted ilumine el problema con la luz de su vasto saber acerca de la vida pulsional del hombre”.

 

Freud: “Pero también sobre esto lo ha dicho usted casi todo en su carta. Me ha ganado el rumbo del barlovento [de donde sopla el viento], por así decir, pero de buena gana navegaré siguiendo su estela y me limitaré a corroborar todo cuanto usted expresa, procurando exponerlo más ampliamente según mi mejor saber –o conjeturar-”.

Creación de un organismo internacional

Einstein: “Estoy seguro que usted podrá sugerir métodos educativos, más o menos ajenos al ámbito de la política, para eliminar esos obstáculos […]. Siendo inmune a las inclinaciones nacionalistas, veo personalmente una manera simple de tratar el aspecto superficial (o sea administrativo) del problema: la creación, con el consenso internacional, de un cuerpo legislativo y judicial para dirimir cualquier conflicto que surgiere entre las naciones”.

 

Freud: “Opino que con ello ya está dado todo lo esencial: el doblegamiento de la violencia mediante el recurso de transferir el poder a una unidad mayor que se mantiene cohesionada por ligazones de sentimiento entre sus miembros. Todo lo demás son aplicaciones de detalle y repeticiones […].Evidentemente, se reúnen aquí dos exigencias: que se cree una instancia superior de esa índole y que se le otorgue el poder requerido. De nada valdría una cosa sin la otra”.

Einstein: “Pero aquí, de entrada, me enfrento con una dificultad; un tribunal es una institución humana que, en la medida en que el poder que posee resulta insuficiente para hacer cumplir sus veredictos, es tanto más propenso a que éstos últimos sean desvirtuados por presión extrajudicial. Este es un hecho que debemos tener en cuenta; el derecho y el poder van inevitablemente de la mano”.

 

Freud: “Comienza usted con el nexo entre derecho y poder. Es ciertamente el punto de partida correcto para nuestra indagación…Derecho y violencia son hoy opuestos para nosotros…Al comienzo, en una pequeña horda de seres humanos, era la fuerza muscular la que decidía a quién pertenecía algo o de quién debía hacerse la voluntad […]. Al introducirse las armas, ya la superioridad mental empieza a ocupar el lugar de la fuerza bruta […]. El derecho es el poder de una comunidad”.

 

Factores psicológicos

Einstein: “El escaso éxito que tuvieron, pese a su evidente honestidad, todos los esfuerzos realizados en la última década para alcanzar esa meta, no deja lugar a dudas de que hay en juego fuertes factores psicológicos, que paralizan tales esfuerzos”.

 

Freud: “Muchas veces cuando nos enteramos de los hechos crueles de la historia, tenemos la impresión de que los motivos ideales sólo sirvieron de pretexto a las apetencias destructivas; y otras veces, por ejemplo, ante las crueldades de la Santa Inquisición, nos parece como si los motivos ideales se hubieran esforzado hacia adelante, hasta la conciencia, aportándoles los destructivos un refuerzo inconsciente. Ambas cosas son posibles”.

Pulsión de vida y pulsión de muerte

Einstein: “¿Cómo es que estos procedimientos logran despertar en los hombres tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar su vida? Sólo hay una contestación posible: porque el hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción.”

 

Freud: “Usted se asombra de que resulte tan fácil entusiasmar a los hombres con la guerra y, conjetura, algo debe moverlos, una pulsión a odiar y aniquilar […]. También en esto debo manifestarle mi total acuerdo […] las pulsiones del ser humano son sólo de dos clases: aquellas que quieren conservar y reunir […] y otras que quieren destruir y matar […]. Rarísima vez la acción es obra de una única moción pulsional, que ya en sí y por sí debe estar compuesta de eros y destrucción […] cuando los hombres son exhortados a la guerra, puede que en ellos responda afirmativamente a ese llamado toda una serie de motivos, nobles y vulgares, unos de los que se habla en voz alta y otros que se callan. No tenemos ocasión de desnudarlos todos. Por cierto que entre ellos se cuenta el placer de agredir y destruir”.

Einstein: ¿Es posible controlar la evolución mental del hombre como para ponerlo a salvo de las psicosis del odio y de la destructividad?

 

Freud: “No se trata de eliminar por completo la inclinación de los hombres a agredir; puede intentarse desviarla lo bastante para que no deba encontrar su expresión en la guerra […] si la aquiescencia [disposición] a la guerra es un desborde de la pulsión de destrucción, lo natural será apelar a su contraria, el Eros. Todo cuanto establezca ligazones de sentimiento entre los hombres no podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra […]. Todo lo que establezca sustantivas relaciones de comunidad entre los hombres provocará esos sentimientos comunes, esas identificaciones. Sobre ellas descansa en buena parte el edificio de la sociedad humana”.

 

El camino hacia la paz

El 3 de diciembre de 1932, Einstein[4] le escribió a Freud: “Usted nos ha complacido tanto a mí como a la Sociedad de Naciones con una respuesta verdaderamente clásica. Cuando le escribí estaba convencido de la inutilidad de mi carta…”.

     Resulta interesante conocer las opiniones de Albert Einstein y de Sigmund Freud sobre un hecho que permanece en el siglo XXI: la guerra. También es bueno recordar que tenían una preocupación auténtica por la humanidad.

     Quizá, ante las frecuentes acciones bélicas, sea importante enfatizar la tesis fundamental del creador del psicoanálisis: “No podemos erradicar la agresión del ser humano, por lo que es necesario incrementar la pulsión de vida. En otras palabras, el desarrollo de la cultura (pulsión de vida) es el camino para la paz”.

[1] Cfr.  Sigmund Freud (1933), “¿Por qué la guerra?” en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1976, Volumen 22, pp. 183-186.

[2] Sigmund Freud, op.cit., pp. 187-198.

 [3] Sigmund Freud, Su vida en imágenes y textos, Buenos Aires, Editorial Paidós, 1979, p. 242.

[4] Sigmund Freud, ibid.

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¿Por qué atraen las historias de crimen, suspenso o terror?

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¿Por qué atraen las historias de crimen, suspenso o terror?


M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

La literatura policiaca con el tema del crimen y el descubrimiento del culpable ha sido de interés de muchas generaciones y en muy diversas culturas.

Quizá son pocas las personas que no se olvidan de todo lo que las rodea cuando se embarcan en las lecturas, películas, series u obras de teatro de detectives como Sherlock Holmes de Conan Doyle (1859-1930), en las novelas de Agatha Christie (1890-1976) o con los relatos de Edgard Allan Poe (1809-1849).

Edgar Allan Poe y otros autores
Fernando Dogana escribe que el propósito de diversos autores “y sobretodo de Poe, era el de avivar la curiosidad del lector con un enigma a la vez aterrador y absurdo, era escribir un relato reducido a lo esencial eliminando todo lo que pueda resultar superfluo, pero describiendo detalladamente todas las indagaciones llevadas a cabo para descubrir la verdad”.

Juego intelectual y excitación del misterio
Rambelli habla de que en la literatura policial coexisten “dos elementos contrapuestos entre sí: por una parte, el análisis racional y el puro juego intelectual; y, por otra parte, la excitación del misterio, de lo que produce ansiedad, de lo macabro y de lo irracional”.

Así se ha llegado a concluir mediante encuestas que algunas personas se identifican con la actitud activa y racional para descubrir el enigma, y otros con la actitud emocional o pasiva del gusto por el misterio.

Ante lo anterior, Dogana clasifica a los lectores de relatos policiacos en una doble tipología: “los primeros, activos, lógicos, intelectuales se identifican predominantemente con el investigador privado y hasta entran en competencia con él; los segundos, pasivos, emotivos, confían pasivamente en el investigador”.

¿Por qué tanta atracción?
Observamos cotidianamente cómo muchas personas ––desde niños hasta adultos y tanto varones como mujeres–– leen historias de crímenes, terror o suspenso, o asisten a verlas al cine o al teatro y, actualmente, en series de televisión en casa. La pregunta es ¿por qué, si a veces algunas personas hasta sufren mucho en esos momentos, poseen tanta fuerza de atracción?

Intentos de interpretación
Han existido diferentes intentos de respuesta como la afirmación de Sciascia de que se trata de una fuga de los pensamientos como regresión a la pasividad y a la evasión, como un pasatiempo.
Se han dado también interpretaciones sociológicas como la de Gramsci quien identifica las motivaciones en expectativas de las clases marginadas en cuanto a la justicia o actitudes hostiles hacia la policía.

La teoría psicoanalítica
Sin embargo, podemos tener más luz ––aunque siempre deberá verse cada caso en particular–– a partir de la teoría psicoanalítica.

El psicoanálisis es una técnica específica con la que se trabaja en diván; sin embargo, algunos psicoanalistas se han ocupado del tema y “concuerdan en sostener que el origen de este interés por las narraciones policiales se encuentra en una de las situaciones típicas nucleares del desarrollo psicosexual infantil, en la llamada escena primaria” .

Escena primaria
El creador del psicoanálisis Sigmund Freud denominó “escena primaria”, también llamada originaria o primitiva, a “la observación real o fantaseada, por parte del niño de las relaciones sexuales de los padres” .

Esta experiencia provoca angustia en la mayoría de los niños y generalmente es interpretada por ellos como un acto de violencia por parte del padre. En su libro La interpretación de los sueños Freud escribe: “Ya he explicado esta angustia indicando que se trata de una excitación sexual que (el niño) no es capaz de controlar mediante la comprensión y que sin duda es apartada porque los padres están implicados en ella”.

También señala que es un elemento que raras veces falta en el conjunto de las fantasías inconscientes que pueden descubrirse en todos los niños.

De este modo, según la teoría psicoanalítica, “el crimen de las novelas policiales no es en realidad otra cosa que una evocación simbólica de la escena primaria y la sensación de suspenso, de angustia, de pavor, sería una reedición de la curiosidad y de la angustia suscitadas por la observación de las relaciones sexuales entre los padres (o por las fantasías construidas sobre tales relaciones)” .

Dominar una experiencia pasiva
Rycroft interpreta que el placer de descubrir al culpable y de experimentar sensaciones de ansiedad se realiza mediante un conocido mecanismo de defensa: “el de dominar una experiencia traumática sufrida pasivamente reviviéndola de manera activa”.

Esto aclara esa necesidad característica del lector de novelas policiales que lo motiva a releer constantemente el mismo relato o variaciones del mismo tema.

El padre es la víctima
Pedersen-Krag dice que “la víctima es el padre contra el cual el lector (el niño) alimentó sentimientos edípicos negativos”.
Recordemos que en el llamado Complejo de Edipo tanto el niño como la niña desean ser el único objeto de amor de la madre por lo que el padre será siempre el rival.

También coincide en que se “trata de revivir y dominar activamente experiencias traumáticas infantiles que alguna vez debió sufrir pasivamente”. Para entender mejor este punto, podemos pensar en personas que vivieron traumáticamente un sismo por muertes cercanas o destrucción de la vivienda y cuyo trabajo psicológico consiste en recordar y hablar del suceso como un mecanismo interno de apropiación y dominio del evento. El inconsciente a través de sueños repetitivos del sismo colabora a ese fin.

La escena primaria como factor de erotización
La escena primaria, real o fantaseada, tiene consecuencias en la vida anímica de las personas. De allí también puede producirse una erotización inconsciente como la que vive aquel que disfruta que su pareja tenga relaciones sexuales con otra persona con la condición de que lo dejen ver. Algunos, aún más, solicitan que sea a través del ojo de la cerradura (como probablemente debe de haber ocurrido en su infancia).

El lector como culpable
Las lecturas policiacas también pueden tranquilizar al lector. Dogana afirma que como la víctima es el padre contra el cual el lector alimentaba sentimientos hostiles resulta claro que “el culpable es una personalización de los sentimientos inconscientes que el lector experimentaba por el padre”.

Esto puede ser así en virtud de que en el inconsciente es posible la coexistencia de identificaciones múltiples, de manera que el lector puede identificarse con el detective como un héroe positivo que encuentra algo (como el niño) o también con el culpable.

El verdadero criminal es otro
“Al final el verdadero criminal siempre es descubierto y eso tranquiliza al lector que puede sentirse completamente ajeno al caso” .

Rycroft sostiene que los autores de novelas policiacas están en sintonía con la necesidad de los lectores de negar su culpa y por ello le aportan fantasías “en las cuales la pregunta `¿QUIÉN FUE?´ encuentra siempre respuesta en un autoabsolutorio `YO NO´”.

Pregunta final
Y tú, ¿cómo vives las historias de crímenes, suspenso o terror?v

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Cinco factores para conservar el amor 

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Cinco factores para conservar el amor 

M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

 

Para la teoría psicoanalítica, la relación de pareja se establece dependiendo de la estructura psíquica y en función del rasgo materno que se capte a nivel inconsciente en la persona amada.

     Así observamos que una mujer con estructura histérica buscará un hombre con más cualidades que su padre y mantener su deseo insatisfecho. Un varón con estructura histérica tenderá a considerar a su mujer como un objeto que le da realce, por lo que ella deberá ser seductora, brillante, envidiada; si no es así, se convierte en un objeto despreciado.

     A su vez, un varón de estructura obsesiva vivirá una idealización de la mujer y buscará mantenerla en una jaula de cristal, fuera de todo alcance.

     Un sujeto perverso (violadores, pederastas, etc.) oscilará simultáneamente entre tratar a su mujer como una virgen santa o como una prostituta despreciable.

     Sin embargo, aun, dentro de esas limitaciones, el ser humano se da cuenta de que se es feliz cuando se ama, no cuando se es rico, culto o sano. Por ello busca amar cada día más y de mejor manera.

¿Qué hacer para que perdure el amor?

Juan David Nasio[1], psicoanalista argentino radicado en Francia, sostiene que la crisis es inherente a la naturaleza de la pareja. Así escribe: “El problema no es evitar las crisis sino aprender a superarlas para luego encontrarse apaciguados, vueltos hacia horizontes más serenos”.

     Y menciona cuatro factores fundamentales para que dure el amor:

1) Entendimiento sexual

La satisfacción sexual es muy importante para el equilibrio psíquico de cada uno de los integrantes. Si no es gratificante, afecta la unión de la pareja.

     Nasio[2] insiste en que una mujer insatisfecha sexualmente es una mujer insatisfecha afectivamente, por lo que debe haber una actividad sexual con regularidad, aunque no exista la pasión del inicio. Lo dice de este modo: “Largos periodos de silencio sexual son nefastos para la pareja”, y recomienda combinar esa regularidad sexual con situaciones inesperadas y fantasías para incrementar el deseo.

     Apoyándose en Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, Nasio[3] afirma que debe haber una dependencia sexual en la pareja: “Para que haya un entendimiento durable también hace falta que los dos sean mutuamente subyugados por el atractivo sexual del otro”.

     El impulso sensual y el impulso tierno hacia la persona amada deben estar fusionados en la persona que ama.

     En este punto es importante recordar que Freud[4] insistía en que muchos hombres “si aman a una mujer, no la desean, y si la desean, no pueden amarla”. Sucede que la mujer amada, al ser relacionada inconscientemente con la madre, se encuentra prohibida. Ésta es la razón por la cual algunos varones buscan tener fuera de casa un tipo de sexualidad distinto y más pasional que el que viven con su cónyuge o pareja.

     Ya que el entendimiento sexual es un factor fundamental para el amor en la pareja, es importante que ambos cuiden también el aspecto físico, tanto en su cuerpo como en su arreglo, para sentirse bien consigo mismos al mismo tiempo que procuran agradar al compañero.

2) Admiración recíproca

La persona amada debe ser la mejor en alguna actividad.

     Nasio[5] lo expresa de esta manera: “Mi compañera debe ser la más intuitiva de la mujeres, la mejor bailarina de tango o, qué sé yo, la más temible mujer de negocios; y para ella, debo ser el más generoso de los hombres, el mejor de los padres…”.

     El campo de actividad no importa; lo que es relevante es que cada uno de los miembros reconozcan en su pareja a alguien muy valioso en algún terreno: “¡Qué importa el objeto de la admiración! Lo esencial es estar orgulloso de su pareja, y recíprocamente, aunque sea a propósito de la más insignificante de las virtudes”.

     Cuando no hay una parte de admiración por la persona amada se ha puesto el cimiento para voltear a ver hacia otro lado.

3) Rituales

Son una fuerza que puede incrementar el amor. “Me refiero a los gestos cotidianos invariablemente realizados, siempre los mismos, cualquiera que sea el estado de ánimo: el beso al despertar, el cine de los jueves o el mercado del domingo a la mañana”[6].

     Se trata de actividades en común de la pareja que son independientes de los sentimientos y hacen compartir la vida.

4) Alternancia en los roles de la pareja

Frecuentemente se dice que la mujer debe desempeñar diferentes roles: esposa, madre, hija, cómplice, etc. El hombre, a su vez, los mismos en su identidad sexual.

     Nasio[7] escribe: “Pienso, por ejemplo, que en ciertos momentos el hombre debe poder comportarse como un niño y mirar a su compañera como una madre, sin sentirse por ello inferior. Y, recíprocamente, la mujer debe poder conducirse como una niña con su compañero, sin sentir vergüenza”. Considera estas conductas como regresivas y necesarias para la salud de la pareja.

     Me parece conveniente agregar a la lista un factor adicional -muy relevante- para mantener vigente el amor:

5) Saber reconciliarse y pedir perdón

¿Qué hacer en caso de dificultades? ¿Quién debe pedir perdón?

     Coincido con Mazzolari cuando dijo: “No el que se equivocó o el que tuvo razón pide primero perdón, sino el que más ama”. Por ello, el que más ama debe iniciar la reconciliación con una palabra, con una caricia. Eso hará que su compañero tenga un motivo más de admiración.

     Otros autores resumen los factores para que perdure el amor en tres: pasión, ternura y compromiso.

El amor expande y limita

Debemos decir que, en términos realistas, el amor expande y agranda a la persona amada, pero también la limita.

     ¿Por qué el amor limita? Por el simple hecho de amar a alguien se limitan actividades, tiempos, otros amores, etc. Jacques Lacan afirma que el amor enajena ya que en muchas ocasiones se vive el deseo del otro.

     ¿Por qué el amor expande?  Nasio[8] lo dice así: “El amado es aquel que me procura la más embriagante sensación de vida y a quien insuflo la misma exaltación. En pocas palabras, el amado es la persona que hace surgir en nosotros lo mejor de nosotros mismos”.

[1] Juan David Nasio, Un psicoanalista en el diván, Buenos Aires, Paidós, 2001, p. 65.

[2] Juan David Nasio, ibid.

[3] Juan David Nasio, op.cit. p.66.

[4] Sigmund Freud (1912), “Sobre una degradación general de la vida erótica” en Obras Completas, Tomo V, Madrid, Biblioteca Nueva, p. 1712.

[5] Juan David Nasio, op.cit. p.66.

[6] Juan David Nasio, ibid.

[7] Juan David Nasio, op.cit. p.67.

[8] Juan David Nasio, ibid.

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