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¿Estás realmente enfermo o lo imaginas?

“En el síntoma histérico no hay daño orgánico; por el contrario, en lo psicosomático se ha producido una lesión en el organismo”
M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

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En muchas ocasiones los médicos se enfrentan con casos donde no encuentran una causa orgánica para alguna dolencia; sin embargo, esto no significa que no exista el dolor.

Existen dolores psicosomáticos o histéricos que pueden ser similares a los grandes dolores orgánicos.

Del mismo modo, muchas veces hemos escuchado decir que tal padecimiento, parálisis, colitis, etc., es nerviosa, mental o psicogénica. En las guerras son frecuentes las llamadas cegueras histéricas en algunos combatientes que rehúyen las hostilidades.

Origen del término todo el organismo, por lo que era exclusiva de

Fenómeno psicosomático o síntoma histérico

Existen enfermedades o dolores realmente orgánicos; por ejemplo, es el caso de alguien que fue fracturado por una agresión directa.

Sin embargo, ¿cómo distinguir el fenómeno psicosomático del síntoma histérico?

Primeramente, debemos decir que lo psicosomático es un campo poco explorado en la teoría psicoanalítica. Ni Sigmund Freud (creador del psicoanálisis) ni Jacques Lacan (psicoanalista francés) se ocuparon mucho de la cuestión psicosomática.

Freud analizó sobre todo personas histéricas y no quiso tratar enfermos orgánicos o psicosomáticos, aunque afirmaba que el psicoanálisis permitía tener una mejor idea sobre las relaciones entre la mente y el cuerpo, y reconocía que los procesos psíquicos descansaban en lo orgánico.

Lacan afirmó que la psicosomática pertenece a un dominio todavía inexplorado, pero que era un terreno donde el inconsciente podría servir para algo.

 Lo psicosomático: ¿campo de la medicina o del psicoanálisis?

Puede decirse que no existe uniformidad de opiniones entre los psicoanalistas en relación con el campo en que debe ubicarse la cuestión psicosomática.

Para unos es una intersección entre la medicina y el psicoanálisis, para otros es una extensión del campo psicoanalítico, para algunos se presenta en el contexto de la medicina y para otros más no conforma ni una especialidad analítica ni médica.

El organismo no es el cuerpo

Habrá que distinguir entre el organismo que es el conjunto de órganos, lo viviente, y lo que se llama cuerpo que es el resultado del organismo vivo más una imagen.

Los niños aprenden sobre sus órganos internos lo que sus papás les comunican; así puede decirse que el interior de un cuerpo está constituido de palabras.

En lo relativo a la imagen exterior, el niño se ha identificado con una imagen que está fuera (por el espejo o por otro niño), lo que le da sensación de completud y de dominio de su propio cuerpo. Al identificarse con el mundo exterior, logra realizar actos que antes no le eran factibles[i].

Para entender esto habrá que recordar la expresión de muchas personas que han sufrido una amputación y se quejan de que les duele la pierna que ya no tienen.

Es decir, el cuerpo es algo que se construye y va más allá de los límites del organismo. Puede decirse que el cuerpo es también la prótesis, el bastón, los anteojos, etc[ii].

El síntoma histérico

Freud descubre el inconsciente en el estudio de mujeres histéricas, que hablan con su carne.

Así narra el caso de Isabel diciendo que se trata de una histérica que tenía dos hermanas; una de ellas casada con un tipo despreciable para ella. La otra se había casado con otro que ella consideraba encantador.

De pronto Isabel no puede caminar, y Freud encuentra relación entre esa imposibilidad y la aparición de ciertos deseos inconscientes en relación con el marido de la hermana.

La culpabilidad de Isabel, para quien el universo familiar es lo único que cuenta, se agrava cuando la hermana muere. Adicionalmente, tanto la madre como el padre están enfermos. Si para Isabel la familia no anda, luego ella no anda.

En la imposibilidad para caminar de Isabel no están afectados los músculos sino la función. Los músculos conservan su fuerza y sensibilidad; es decir, la parálisis de las piernas no es de orden orgánico sino funcional[iii].

También Freud trabaja en un caso de una mujer de origen alemán que desea tener un hijo y se arroja a las vías del tren. La palabra alemana que se usa para arrojarse (niederkommen) es idéntica a la que se utiliza para dar a luz.

En los dos casos se da un proceso de sustitución: mi familia no camina se transforma en mi pierna no camina; dar a luz se convierte en arrojarse.

En el síntoma histérico, el primer elemento (mi familia no camina y dar a luz) se mantiene reprimido.

Por ello, Lacan considera que el síntoma histérico se construye como una auténtica metáfora (se designa algo por medio del nombre de otra cosa). En una metáfora se sustituye un elemento por otro; así puede decirse metafóricamente que un hombre audaz es un león[iv].

Dos modos en que el cuerpo está afectado

El síntoma de conversión (histérico) y el fenómeno psicosomático revelan dos modos diferentes en que el cuerpo está afectado.

El síntoma histérico afecta al cuerpo, pero no produce lesión. Por el contrario, en el fenómeno psicosomático se ha producido una lesión en el organismo.

El síntoma histérico no respeta las leyes de la anatomía, es un trastorno funcional (por ejemplo, en una parálisis histérica); en el fenómeno psicosomático hay una inscripción directa en el cuerpo (por ejemplo, en una úlcera gástrica).

El síntoma histérico, como la parálisis de Isabel, puede curarse por la palabra porque está estructurado como lenguaje (mi pierna no camina).

El inconsciente transforma las palabras en síntomas; las inscribe en la carne. Es decir, el síntoma histérico es una palabra atrapada en el cuerpo.

El síntoma histérico se resuelve en un análisis de lenguaje porque es un lenguaje cuya palabra debe ser liberada[v]. Para apaciguar al síntoma basta descifrar su sentido.

Es decir, el psicoanálisis es el camino para su cura.

La interpretación psicoanalítica tendrá sus efectos en la reducción del síntoma, al influir en el síntoma histérico vinculándolo con el resto de la cadena de palabras. Los malestares del cuerpo desaparecerán al adquirir un sentido en la historia personal en el tratamiento psicoanalítico.

Sin embargo, debe aclararse que la finalidad de una cura psicoanalítica no es el levantamiento de los síntomas, sino encontrar la verdad del deseo inconsciente. Para Freud, es hacer consciente lo inconsciente.

Curación del fenómeno psicosomático

Para que exista el fenómeno psicosomático debe existir la presencia de una lesión. En lugar de la palabra como en la conversión histérica, el cuerpo se hace presente.

Tratándose de enfermedades psicosomáticas debe procederse caso por caso. No hay una clínica psicoanalítica para los fenómenos psicosomáticos; lo que hay es la ciencia médica y sus medicamentos, y el psicoanálisis con la singularidad de cada caso.

El abordaje psicoanalítico buscará que lo psicosomático se convierta en una pregunta: ¿qué es lo que verdaderamente deseo?

Búsqueda de la verdad

Recordemos que, para Lacan[vi], la meta de toda salud es hacer reconocer la realidad y el deseo propios.

Es decir, el fin del psicoanálisis no es en sí la cura de las enfermedades ni de los síntomas, sino que se encuentre la verdad del deseo personal.

El psicoanálisis es esencialmente, pues, una búsqueda de la verdad.

[i] Cfr. Darian Leader y Judith Groves, Lacan para principiantes, Buenos Aires, Era Naciente, 1998, pp. 18-23.

[ii] Cfr. Juan David Nasio, Los gritos del cuerpo, Buenos Aires, Paidós, 1996, p. 127.

[iii] Cfr. Oscar Masotta, Lecturas de psicoanálisis Freud, Lacan, Buenos Aires, Paidós, 1992, pp. 20 y 21.

[iv] Cfr. Darian Leader y Judith Groves, op. cit., pp. 52 y 53.

[v] Cfr. Jacques Lacan, Escritos 1, México. Siglo Veintiuno Editores, p. 258.

[vi] Cfr. Jacques Lacan, “El simbólico, el imaginario, el real”, conferencia del 8.7.53, Exotéricas, 1990, p.17.

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Diálogo entre Albert Einstein y Sigmund Freud

¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra?

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Diálogo entre Albert Einstein y Sigmund Freud

M.en T. Psic. Carlos Chávez Macías

¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra? Einstein a Freud

El 30 de julio de 1932, el famoso físico Albert Einstein[1] escribió una carta a Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, preguntándole si existía algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra.

Freud[2], quien tenía 76 años, le contesta en septiembre del mismo año. En esta época ya había acontecido la I Guerra Mundial (1914-1918), y aún no daba inicio la II (1939-1945). La ONU fue constituida en 1945, para suceder a la Sociedad de Naciones, creada en 1919 y desaparecida en la II Guerra Mundial.

 

Einstein y Freud únicamente se habían visto en una ocasión, en la casa del hijo menor de Freud en Berlín 5 años antes, a principios de 1927. En una carta al también psicoanalista Sándor Ferenczi, Freud[3] escribió acerca de esa reunión: “En efecto, charlé dos horas […] con Einstein […]. Es una persona jovial, segura y amable, entiende tanto de psicología como yo de física, de manera que nos entendimos a las mil maravillas”.

Después de esas cartas sobre los motivos de las guerras, intercambiaron algunas en 1936 y 1939.

 A continuación, presentamos a modo de diálogo extractos textuales de ambas cartas publicadas en las Obras completas de Sigmund Freud.

El problema de la guerra

Albert Einstein: “La propuesta de la Liga de Naciones y de su Instituto Internacional de Cooperación Intelectual en París […] me brinda una muy grata oportunidad de debatir con usted una cuestión que, tal como están ahora las cosas, parece el más imperioso de todos los problemas que la civilización debe enfrentar. El problema es éste. ¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra? […] todo intento de darle solución ha terminado en un lamentable fracaso”.

 

Sigmund Freud: “Esperaba que escogería un problema situado en la frontera de lo cognoscible hoy, y hacia el cual cada uno de nosotros, el físico y el psicólogo, pudieran abrirse una particular vía de acceso, de suerte que se encontraran en el mismo suelo viniendo de distintos lados. Luego me sorprendió usted con el problema planteado […]. Recapacité entonces, advirtiendo que no se me invitaba a ofrecer propuestas prácticas, sino sólo a indicar el aspecto que cobra el problema de la prevención de las guerras para un abordaje psicológico”.

Einstein: “Creo, además, que aquellos que tienen por deber abordar profesional y prácticamente el problema no hacen sino percatarse cada vez más de su impotencia para ello […]. En lo que a mí atañe, el objetivo normal de mi pensamiento no me hace penetrar las oscuridades de la voluntad y el sentimiento humanos […] poco puedo hacer más allá de tratar de aclarar la cuestión y, despejando las soluciones más obvias, permitir que usted ilumine el problema con la luz de su vasto saber acerca de la vida pulsional del hombre”.

 

Freud: “Pero también sobre esto lo ha dicho usted casi todo en su carta. Me ha ganado el rumbo del barlovento [de donde sopla el viento], por así decir, pero de buena gana navegaré siguiendo su estela y me limitaré a corroborar todo cuanto usted expresa, procurando exponerlo más ampliamente según mi mejor saber –o conjeturar-”.

Creación de un organismo internacional

Einstein: “Estoy seguro que usted podrá sugerir métodos educativos, más o menos ajenos al ámbito de la política, para eliminar esos obstáculos […]. Siendo inmune a las inclinaciones nacionalistas, veo personalmente una manera simple de tratar el aspecto superficial (o sea administrativo) del problema: la creación, con el consenso internacional, de un cuerpo legislativo y judicial para dirimir cualquier conflicto que surgiere entre las naciones”.

 

Freud: “Opino que con ello ya está dado todo lo esencial: el doblegamiento de la violencia mediante el recurso de transferir el poder a una unidad mayor que se mantiene cohesionada por ligazones de sentimiento entre sus miembros. Todo lo demás son aplicaciones de detalle y repeticiones […].Evidentemente, se reúnen aquí dos exigencias: que se cree una instancia superior de esa índole y que se le otorgue el poder requerido. De nada valdría una cosa sin la otra”.

Einstein: “Pero aquí, de entrada, me enfrento con una dificultad; un tribunal es una institución humana que, en la medida en que el poder que posee resulta insuficiente para hacer cumplir sus veredictos, es tanto más propenso a que éstos últimos sean desvirtuados por presión extrajudicial. Este es un hecho que debemos tener en cuenta; el derecho y el poder van inevitablemente de la mano”.

 

Freud: “Comienza usted con el nexo entre derecho y poder. Es ciertamente el punto de partida correcto para nuestra indagación…Derecho y violencia son hoy opuestos para nosotros…Al comienzo, en una pequeña horda de seres humanos, era la fuerza muscular la que decidía a quién pertenecía algo o de quién debía hacerse la voluntad […]. Al introducirse las armas, ya la superioridad mental empieza a ocupar el lugar de la fuerza bruta […]. El derecho es el poder de una comunidad”.

 

Factores psicológicos

Einstein: “El escaso éxito que tuvieron, pese a su evidente honestidad, todos los esfuerzos realizados en la última década para alcanzar esa meta, no deja lugar a dudas de que hay en juego fuertes factores psicológicos, que paralizan tales esfuerzos”.

 

Freud: “Muchas veces cuando nos enteramos de los hechos crueles de la historia, tenemos la impresión de que los motivos ideales sólo sirvieron de pretexto a las apetencias destructivas; y otras veces, por ejemplo, ante las crueldades de la Santa Inquisición, nos parece como si los motivos ideales se hubieran esforzado hacia adelante, hasta la conciencia, aportándoles los destructivos un refuerzo inconsciente. Ambas cosas son posibles”.

Pulsión de vida y pulsión de muerte

Einstein: “¿Cómo es que estos procedimientos logran despertar en los hombres tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar su vida? Sólo hay una contestación posible: porque el hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción.”

 

Freud: “Usted se asombra de que resulte tan fácil entusiasmar a los hombres con la guerra y, conjetura, algo debe moverlos, una pulsión a odiar y aniquilar […]. También en esto debo manifestarle mi total acuerdo […] las pulsiones del ser humano son sólo de dos clases: aquellas que quieren conservar y reunir […] y otras que quieren destruir y matar […]. Rarísima vez la acción es obra de una única moción pulsional, que ya en sí y por sí debe estar compuesta de eros y destrucción […] cuando los hombres son exhortados a la guerra, puede que en ellos responda afirmativamente a ese llamado toda una serie de motivos, nobles y vulgares, unos de los que se habla en voz alta y otros que se callan. No tenemos ocasión de desnudarlos todos. Por cierto que entre ellos se cuenta el placer de agredir y destruir”.

Einstein: ¿Es posible controlar la evolución mental del hombre como para ponerlo a salvo de las psicosis del odio y de la destructividad?

 

Freud: “No se trata de eliminar por completo la inclinación de los hombres a agredir; puede intentarse desviarla lo bastante para que no deba encontrar su expresión en la guerra […] si la aquiescencia [disposición] a la guerra es un desborde de la pulsión de destrucción, lo natural será apelar a su contraria, el Eros. Todo cuanto establezca ligazones de sentimiento entre los hombres no podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra […]. Todo lo que establezca sustantivas relaciones de comunidad entre los hombres provocará esos sentimientos comunes, esas identificaciones. Sobre ellas descansa en buena parte el edificio de la sociedad humana”.

 

El camino hacia la paz

El 3 de diciembre de 1932, Einstein[4] le escribió a Freud: “Usted nos ha complacido tanto a mí como a la Sociedad de Naciones con una respuesta verdaderamente clásica. Cuando le escribí estaba convencido de la inutilidad de mi carta…”.

     Resulta interesante conocer las opiniones de Albert Einstein y de Sigmund Freud sobre un hecho que permanece en el siglo XXI: la guerra. También es bueno recordar que tenían una preocupación auténtica por la humanidad.

     Quizá, ante las frecuentes acciones bélicas, sea importante enfatizar la tesis fundamental del creador del psicoanálisis: “No podemos erradicar la agresión del ser humano, por lo que es necesario incrementar la pulsión de vida. En otras palabras, el desarrollo de la cultura (pulsión de vida) es el camino para la paz”.

[1] Cfr.  Sigmund Freud (1933), “¿Por qué la guerra?” en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1976, Volumen 22, pp. 183-186.

[2] Sigmund Freud, op.cit., pp. 187-198.

 [3] Sigmund Freud, Su vida en imágenes y textos, Buenos Aires, Editorial Paidós, 1979, p. 242.

[4] Sigmund Freud, ibid.

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¿Por qué atraen las historias de crimen, suspenso o terror?

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¿Por qué atraen las historias de crimen, suspenso o terror?


M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

La literatura policiaca con el tema del crimen y el descubrimiento del culpable ha sido de interés de muchas generaciones y en muy diversas culturas.

Quizá son pocas las personas que no se olvidan de todo lo que las rodea cuando se embarcan en las lecturas, películas, series u obras de teatro de detectives como Sherlock Holmes de Conan Doyle (1859-1930), en las novelas de Agatha Christie (1890-1976) o con los relatos de Edgard Allan Poe (1809-1849).

Edgar Allan Poe y otros autores
Fernando Dogana escribe que el propósito de diversos autores “y sobretodo de Poe, era el de avivar la curiosidad del lector con un enigma a la vez aterrador y absurdo, era escribir un relato reducido a lo esencial eliminando todo lo que pueda resultar superfluo, pero describiendo detalladamente todas las indagaciones llevadas a cabo para descubrir la verdad”.

Juego intelectual y excitación del misterio
Rambelli habla de que en la literatura policial coexisten “dos elementos contrapuestos entre sí: por una parte, el análisis racional y el puro juego intelectual; y, por otra parte, la excitación del misterio, de lo que produce ansiedad, de lo macabro y de lo irracional”.

Así se ha llegado a concluir mediante encuestas que algunas personas se identifican con la actitud activa y racional para descubrir el enigma, y otros con la actitud emocional o pasiva del gusto por el misterio.

Ante lo anterior, Dogana clasifica a los lectores de relatos policiacos en una doble tipología: “los primeros, activos, lógicos, intelectuales se identifican predominantemente con el investigador privado y hasta entran en competencia con él; los segundos, pasivos, emotivos, confían pasivamente en el investigador”.

¿Por qué tanta atracción?
Observamos cotidianamente cómo muchas personas ––desde niños hasta adultos y tanto varones como mujeres–– leen historias de crímenes, terror o suspenso, o asisten a verlas al cine o al teatro y, actualmente, en series de televisión en casa. La pregunta es ¿por qué, si a veces algunas personas hasta sufren mucho en esos momentos, poseen tanta fuerza de atracción?

Intentos de interpretación
Han existido diferentes intentos de respuesta como la afirmación de Sciascia de que se trata de una fuga de los pensamientos como regresión a la pasividad y a la evasión, como un pasatiempo.
Se han dado también interpretaciones sociológicas como la de Gramsci quien identifica las motivaciones en expectativas de las clases marginadas en cuanto a la justicia o actitudes hostiles hacia la policía.

La teoría psicoanalítica
Sin embargo, podemos tener más luz ––aunque siempre deberá verse cada caso en particular–– a partir de la teoría psicoanalítica.

El psicoanálisis es una técnica específica con la que se trabaja en diván; sin embargo, algunos psicoanalistas se han ocupado del tema y “concuerdan en sostener que el origen de este interés por las narraciones policiales se encuentra en una de las situaciones típicas nucleares del desarrollo psicosexual infantil, en la llamada escena primaria” .

Escena primaria
El creador del psicoanálisis Sigmund Freud denominó “escena primaria”, también llamada originaria o primitiva, a “la observación real o fantaseada, por parte del niño de las relaciones sexuales de los padres” .

Esta experiencia provoca angustia en la mayoría de los niños y generalmente es interpretada por ellos como un acto de violencia por parte del padre. En su libro La interpretación de los sueños Freud escribe: “Ya he explicado esta angustia indicando que se trata de una excitación sexual que (el niño) no es capaz de controlar mediante la comprensión y que sin duda es apartada porque los padres están implicados en ella”.

También señala que es un elemento que raras veces falta en el conjunto de las fantasías inconscientes que pueden descubrirse en todos los niños.

De este modo, según la teoría psicoanalítica, “el crimen de las novelas policiales no es en realidad otra cosa que una evocación simbólica de la escena primaria y la sensación de suspenso, de angustia, de pavor, sería una reedición de la curiosidad y de la angustia suscitadas por la observación de las relaciones sexuales entre los padres (o por las fantasías construidas sobre tales relaciones)” .

Dominar una experiencia pasiva
Rycroft interpreta que el placer de descubrir al culpable y de experimentar sensaciones de ansiedad se realiza mediante un conocido mecanismo de defensa: “el de dominar una experiencia traumática sufrida pasivamente reviviéndola de manera activa”.

Esto aclara esa necesidad característica del lector de novelas policiales que lo motiva a releer constantemente el mismo relato o variaciones del mismo tema.

El padre es la víctima
Pedersen-Krag dice que “la víctima es el padre contra el cual el lector (el niño) alimentó sentimientos edípicos negativos”.
Recordemos que en el llamado Complejo de Edipo tanto el niño como la niña desean ser el único objeto de amor de la madre por lo que el padre será siempre el rival.

También coincide en que se “trata de revivir y dominar activamente experiencias traumáticas infantiles que alguna vez debió sufrir pasivamente”. Para entender mejor este punto, podemos pensar en personas que vivieron traumáticamente un sismo por muertes cercanas o destrucción de la vivienda y cuyo trabajo psicológico consiste en recordar y hablar del suceso como un mecanismo interno de apropiación y dominio del evento. El inconsciente a través de sueños repetitivos del sismo colabora a ese fin.

La escena primaria como factor de erotización
La escena primaria, real o fantaseada, tiene consecuencias en la vida anímica de las personas. De allí también puede producirse una erotización inconsciente como la que vive aquel que disfruta que su pareja tenga relaciones sexuales con otra persona con la condición de que lo dejen ver. Algunos, aún más, solicitan que sea a través del ojo de la cerradura (como probablemente debe de haber ocurrido en su infancia).

El lector como culpable
Las lecturas policiacas también pueden tranquilizar al lector. Dogana afirma que como la víctima es el padre contra el cual el lector alimentaba sentimientos hostiles resulta claro que “el culpable es una personalización de los sentimientos inconscientes que el lector experimentaba por el padre”.

Esto puede ser así en virtud de que en el inconsciente es posible la coexistencia de identificaciones múltiples, de manera que el lector puede identificarse con el detective como un héroe positivo que encuentra algo (como el niño) o también con el culpable.

El verdadero criminal es otro
“Al final el verdadero criminal siempre es descubierto y eso tranquiliza al lector que puede sentirse completamente ajeno al caso” .

Rycroft sostiene que los autores de novelas policiacas están en sintonía con la necesidad de los lectores de negar su culpa y por ello le aportan fantasías “en las cuales la pregunta `¿QUIÉN FUE?´ encuentra siempre respuesta en un autoabsolutorio `YO NO´”.

Pregunta final
Y tú, ¿cómo vives las historias de crímenes, suspenso o terror?v

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Cinco factores para conservar el amor 

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Cinco factores para conservar el amor 

M. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

 

Para la teoría psicoanalítica, la relación de pareja se establece dependiendo de la estructura psíquica y en función del rasgo materno que se capte a nivel inconsciente en la persona amada.

     Así observamos que una mujer con estructura histérica buscará un hombre con más cualidades que su padre y mantener su deseo insatisfecho. Un varón con estructura histérica tenderá a considerar a su mujer como un objeto que le da realce, por lo que ella deberá ser seductora, brillante, envidiada; si no es así, se convierte en un objeto despreciado.

     A su vez, un varón de estructura obsesiva vivirá una idealización de la mujer y buscará mantenerla en una jaula de cristal, fuera de todo alcance.

     Un sujeto perverso (violadores, pederastas, etc.) oscilará simultáneamente entre tratar a su mujer como una virgen santa o como una prostituta despreciable.

     Sin embargo, aun, dentro de esas limitaciones, el ser humano se da cuenta de que se es feliz cuando se ama, no cuando se es rico, culto o sano. Por ello busca amar cada día más y de mejor manera.

¿Qué hacer para que perdure el amor?

Juan David Nasio[1], psicoanalista argentino radicado en Francia, sostiene que la crisis es inherente a la naturaleza de la pareja. Así escribe: “El problema no es evitar las crisis sino aprender a superarlas para luego encontrarse apaciguados, vueltos hacia horizontes más serenos”.

     Y menciona cuatro factores fundamentales para que dure el amor:

1) Entendimiento sexual

La satisfacción sexual es muy importante para el equilibrio psíquico de cada uno de los integrantes. Si no es gratificante, afecta la unión de la pareja.

     Nasio[2] insiste en que una mujer insatisfecha sexualmente es una mujer insatisfecha afectivamente, por lo que debe haber una actividad sexual con regularidad, aunque no exista la pasión del inicio. Lo dice de este modo: “Largos periodos de silencio sexual son nefastos para la pareja”, y recomienda combinar esa regularidad sexual con situaciones inesperadas y fantasías para incrementar el deseo.

     Apoyándose en Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, Nasio[3] afirma que debe haber una dependencia sexual en la pareja: “Para que haya un entendimiento durable también hace falta que los dos sean mutuamente subyugados por el atractivo sexual del otro”.

     El impulso sensual y el impulso tierno hacia la persona amada deben estar fusionados en la persona que ama.

     En este punto es importante recordar que Freud[4] insistía en que muchos hombres “si aman a una mujer, no la desean, y si la desean, no pueden amarla”. Sucede que la mujer amada, al ser relacionada inconscientemente con la madre, se encuentra prohibida. Ésta es la razón por la cual algunos varones buscan tener fuera de casa un tipo de sexualidad distinto y más pasional que el que viven con su cónyuge o pareja.

     Ya que el entendimiento sexual es un factor fundamental para el amor en la pareja, es importante que ambos cuiden también el aspecto físico, tanto en su cuerpo como en su arreglo, para sentirse bien consigo mismos al mismo tiempo que procuran agradar al compañero.

2) Admiración recíproca

La persona amada debe ser la mejor en alguna actividad.

     Nasio[5] lo expresa de esta manera: “Mi compañera debe ser la más intuitiva de la mujeres, la mejor bailarina de tango o, qué sé yo, la más temible mujer de negocios; y para ella, debo ser el más generoso de los hombres, el mejor de los padres…”.

     El campo de actividad no importa; lo que es relevante es que cada uno de los miembros reconozcan en su pareja a alguien muy valioso en algún terreno: “¡Qué importa el objeto de la admiración! Lo esencial es estar orgulloso de su pareja, y recíprocamente, aunque sea a propósito de la más insignificante de las virtudes”.

     Cuando no hay una parte de admiración por la persona amada se ha puesto el cimiento para voltear a ver hacia otro lado.

3) Rituales

Son una fuerza que puede incrementar el amor. “Me refiero a los gestos cotidianos invariablemente realizados, siempre los mismos, cualquiera que sea el estado de ánimo: el beso al despertar, el cine de los jueves o el mercado del domingo a la mañana”[6].

     Se trata de actividades en común de la pareja que son independientes de los sentimientos y hacen compartir la vida.

4) Alternancia en los roles de la pareja

Frecuentemente se dice que la mujer debe desempeñar diferentes roles: esposa, madre, hija, cómplice, etc. El hombre, a su vez, los mismos en su identidad sexual.

     Nasio[7] escribe: “Pienso, por ejemplo, que en ciertos momentos el hombre debe poder comportarse como un niño y mirar a su compañera como una madre, sin sentirse por ello inferior. Y, recíprocamente, la mujer debe poder conducirse como una niña con su compañero, sin sentir vergüenza”. Considera estas conductas como regresivas y necesarias para la salud de la pareja.

     Me parece conveniente agregar a la lista un factor adicional -muy relevante- para mantener vigente el amor:

5) Saber reconciliarse y pedir perdón

¿Qué hacer en caso de dificultades? ¿Quién debe pedir perdón?

     Coincido con Mazzolari cuando dijo: “No el que se equivocó o el que tuvo razón pide primero perdón, sino el que más ama”. Por ello, el que más ama debe iniciar la reconciliación con una palabra, con una caricia. Eso hará que su compañero tenga un motivo más de admiración.

     Otros autores resumen los factores para que perdure el amor en tres: pasión, ternura y compromiso.

El amor expande y limita

Debemos decir que, en términos realistas, el amor expande y agranda a la persona amada, pero también la limita.

     ¿Por qué el amor limita? Por el simple hecho de amar a alguien se limitan actividades, tiempos, otros amores, etc. Jacques Lacan afirma que el amor enajena ya que en muchas ocasiones se vive el deseo del otro.

     ¿Por qué el amor expande?  Nasio[8] lo dice así: “El amado es aquel que me procura la más embriagante sensación de vida y a quien insuflo la misma exaltación. En pocas palabras, el amado es la persona que hace surgir en nosotros lo mejor de nosotros mismos”.

[1] Juan David Nasio, Un psicoanalista en el diván, Buenos Aires, Paidós, 2001, p. 65.

[2] Juan David Nasio, ibid.

[3] Juan David Nasio, op.cit. p.66.

[4] Sigmund Freud (1912), “Sobre una degradación general de la vida erótica” en Obras Completas, Tomo V, Madrid, Biblioteca Nueva, p. 1712.

[5] Juan David Nasio, op.cit. p.66.

[6] Juan David Nasio, ibid.

[7] Juan David Nasio, op.cit. p.67.

[8] Juan David Nasio, ibid.

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