Portada

La máscara de diablo

Víctor Salgado

Publicado

En

Photo: Shutterstock

Jacinto era el hombre más pobre de la comarca. Vivía en una casa de adobe que se caía de vieja en la ladera de un cerrito, a la sombra de unos naranjos. Rutilia, su esposa, conservaba algo de la belleza de su juventud, pero el hambre y la pobreza la hacían ver aún más vieja de lo que realmente era. Ninguno de los dos solía salir de su ranchito más que alguna vez, cada dos o tres meses, para ir al pueblo a abastecerse de las cosas más absolutamente necesarias. Su aislamiento era tal, que la gente del pueblo los consideraba algo así como ermitaños, indeseables criaturas del monte que no eran bien recibidos en la iglesia, ni en el mercado o ni en cualquier lugar público. Algunos incluso se burlaban de ellos con crueldad.

Un día sábado muy temprano, Jacinto llegó a la plaza montado en su burro viejo. Llevaba un par de gallinas para cambiarlas por víveres en la tienda de don Casimiro Díaz. Ahí estaban tomando cerveza Simón Castro y su compadre Mequías Maldonado, quienes al ver al pobre hombre entrar en la tienda pensaron que era una gran oportunidad para jugarle una buena broma.

–Quiobo, Jacinto –le habló Simón–. ¡Qué milagro verte por aquí!

–Vine a vender unas gallinitas –respondió Jacinto.

–¿Y ya te vas? ¿No te vas a echar una cerveza con nosotros?

–Es que no traigo mucho dinero.

–No te apures, hombre –intervino Mequías–; nosotros te invitamos. Don Casimiro, tráigale una cerveza fría al amigo Jacinto, por favor.

Don Casimiro, que no estaba a gusto con la presencia de Jacinto en su tienda, le llevó una cerveza caliente y dijo:

–Nomás que se la tome y que se vaya. Esta gente del monte es muy mañosa y seguido se me pierden cosas de la tienda.

Jacinto recibió la cerveza y dirigió una mirada retadora al propietario del negocio.

–No le hagas caso –dijo Simón.

–Viejo canijo; nomás porque me ve pobre me desprecia.

–Ándale, tómate la cerveza, y ya no pienses en eso.

–Oye, Jacinto –dijo Mequías–, yo quiero ayudarte, si me lo permites. Te voy a decir lo que debes hacer para ganar buen dinero y que salgas de pobre.

–A mí no me pesa ser pobre, pero cuando pienso en mi mujer se me rompe el corazón nomás de recordar que a veces se pasa toda la noche remendando sus vestidos viejos o tratando de componer sus zapatos rotos…

–Por eso, amigo. Escucha lo que te decimos y vas a ver cómo en poco tiempo te juntas tus buenos centavos.

–¿Y qué debo hacer, pues?

–Mira, viejo, lo que debes hacer es lo siguiente; pon atención: junta la ceniza del fogón de tu casa y tráela a vender con don Esteban, el panadero. Él la compra, y la paga muy bien, principalmente ahora que se acerca el día de muertos, va a necesitar mucha ceniza para hacer pan.

–¿De veras?

–Sí, hombre. Entre más ceniza le traigas mejor te la va a pagar.

Jacinto terminó su cerveza caliente, recogió sus cosas y se despidió, dando las gracias al par de bribones, que se quedaron riéndose a carcajadas de la ignorancia del pobre montaraz. Un par de horas más tarde llegó a su casa, buscó unos costales viejos que había guardado detrás de la troja y durante los siguientes días recogió hasta la última pizca de ceniza que iba quedando en las hornillas y debajo del comal.

Para el siguiente sábado había llenado dos costales de ceniza, los cargó en su burro y se dispuso a salir de madrugada para llegar temprano a la plaza y ser el primero en venderla. Rutilia, que todo el tiempo desconfió del negocio de su marido, quiso persuadirlo en el último momento:

San Pedro Cajonos, Oaxaca.

–Nadie te va a comprar esa ceniza –le dijo–. Yo nunca he sabido que se necesite ceniza para hacer pan.

–Confía en mí. Al rato que regrese te traeré un vestido nuevo.

–Qué vestido nuevo ni qué nada. Bueno, con tal de que no se te vaya a morir el burro en el camino, haz lo que te dé la gana.

Antes de amanecer, Jacinto ya estaba en el pueblo. Llegó a la casa de Esteban, donde ahí mismo tenía su panadería, y llamó a la puerta. Abrió la mujer del panadero, quien llamó a su marido y luego salió éste, extrañado de recibir a un visitante tan peculiar.

–Buenos días, patrón. Vengo a vender mi ceniza. Son como veinte kilos y ya la limpié.

Esteban, un hombre alto y muy gordo, hizo un gesto de confusión y respondió:

–¿Yo para qué quiero tu ceniza? Estás loco tú.

–Pero, señor, me dijeron que usted la compraba a buen precio.

–¿Y quién te dijo semejante pendejada?

–Don Simón y don Mequías me dijeron que…

–¡Simón y Mequías! Par de bandidos… ¿No ves que esos dos nomás andan buscando a quien hacer tarugo? Yo no compro ceniza ni me sirve de nada. Ahora vete y deja de quitarme el tiempo,

–Pero, señor… –suplicó Jacinto.

–Mira, llévate estos diez pesos para que te compres algo –respondió compadecido el panadero–, pero ya no le andes haciendo caso a esa gente descarada que nada más se burla de ti.

Jacinto recibió el dinero y se fue decepcionado y avergonzado de haberse dejado engañar tan fácilmente. Vagó un rato por el pueblo y esperó a que terminaran de instalarse los puestos de la plaza para comprarse algo con sus diez pesos. Pensó en el vestido que le prometió a su mujer, pero no le alcanzaba el dinero; quiso comprarse unos huaraches o un sombrero, pero todos costaban más de veinte pesos. En realidad no sabía qué hacer con los diez pesos que llevaba en el bolsillo. Cuando estaba a punto de irse a su casa, vio casi al final de la plaza un puesto que nunca había visto antes. Una anciana de aspecto aterrador tenía a la venta juguetes, silbatos, cohetes y disfraces de carnaval. En medio del puesto había una máscara de diablo, espantosa pero particularmente llamativa. Al verla, Jacinto creyó que si la compraba podría espantar una noche a los desgraciados que lo habían engañado, así que preguntó su precio a la anciana. “Cuesta diez pesos”, dijo la siniestra mujer, justo lo que le había dado el panadero, y no dudó en comprarla.

La decepción de Jacinto se había convertido en alegría y una especie de inocente malicia al pensar que podría desquitarse de Simón y Mequías, si los espantaba con su máscara de diablo el día de muertos. Iba caminando por la última calle del pueblo, jalando la rienda de su burro viejo, cuando vio acercarse una pequeña tropa que andaba en busca de unos bandidos.

–Oiga, señor –le dijo uno de los soldados–, ¿habrá visto pasar por aquí a dos hombres con dos caballos?

–Yo no he visto a nadie, señor.

–Bueno, sepa que son unos ladrones muy peligrosos. Si los llega a ver repórtese de inmediato al cuartel.

–Sí, señor.

Jacinto y los soldados siguieron cada quien su camino.

Cuando llegó a su casa, ya estaba pardeando la tarde. A la hora de cenar, le contó a su mujer todo lo que le había sucedido ese día: lo que le había dicho el panadero, lo del extraño puesto de la plaza, lo de los soldados… Y al final le contó de la máscara de diablo que se había comprado. Rutilia se asustó un poco cuando Jacinto se puso la máscara para enseñársela mejor.

–No seas bárbaro, Jacinto –le dijo–. Tira esa cosa; está muy fea.

Luego se fueron a dormir. Sería casi media noche cuando Rutilia se despertó; había escuchado el tropel de unos caballos acercándose a su casa. Un poco miedosa despertó a Jacinto, que estaba roncando.

–Ándale, asómate –le dijo–. No vaya a ser un alma en pena.

–¡Cómo un alma en pena! No digas locuras. Será algún viajero que se habrá perdido.

El tropel se escuchaba cada vez más cerca, hasta que se detuvo. Una voz masculina habló al otro lado de la cerca de piedra:

–Buenas noches. No se espanten; no somos ánimas del purgatorio.

Se oyeron risas. Luego habló otra voz de hombre:

–Nomás andamos buscando un lugar donde pasar la noche. Llevamos tres días de camino y necesitamos descansar y comer algo. Le pagaremos, y mañana, antes de que amanezca, nos iremos de aquí.

Jacinto creyó reconocer las voces de Simón y de Mequías, y pensó que tal vez se habían enterado de lo que sucedió con el panadero y, seguramente borrachos y sin nada mejor que hacer, habían ido a burlarse de él a su propia casa. Eso sí que no lo iba a permitir. Fue a su dormitorio, sacó la máscara de diablo y se la puso. Iluminado con la llama de un candil de petróleo, salió de su casa gimiendo y gritando para espantar a los desvergonzados. Los hombres, al ver al mismo diablo caminando hacia ellos, saltaron de los caballos y se echaron a correr sin detenerse, hasta que se perdieron en la oscuridad de la noche.

Rutilia salió del dormitorio y encontró a Jacinto riéndose a carcajadas tan escandalosas, que parecía que se iba a ahogar. A ella no le hizo mucha gracia; se acercó a los caballos para que no se fueran a escapar también, pero se dio cuenta de que llevaban una carga muy pesada, y llamó a su marido, que apenas empezaba a recuperar el aliento.

–Mira, Jacinto, estos caballos traen unas bolsas.

Jacinto se acercó a los caballos y registró la carga que llevaban. Descargó las bolsas de tela, abrió una y vio que estaba llena de monedas de plata. Además del dinero, descargó también dos carabinas, un revólver, unas espuelas, ropa y una garrafa de mezcal.

–Éstos no eran Simón ni Mequías –dijo a su mujer.

–¿Entonces quiénes eran?

Después de pensar un momento, recordó lo que le había dicho el soldado en la plaza ese mismo día.

–¡Los ladrones!

Pensó en ir al cuartel militar a dar parte a las autoridades, pero luego de reflexionar, llegó a la conclusión de que sería mejor guardar el dinero y las armas, deshacerse de las demás cosas y dejar libres a los caballos, que al fin aquellos hombres no le habían hecho nada a él ni a su mujer.

El siguiente sábado Jacinto y Rutilia llegaron muy temprano a la plaza. Compraron una canasta llena de frutas, un vestido hermoso para Rutilia, unos huaraches y un sombrero para Jacinto y una bolsa llena de pan. Simón y Mequías los vieron pasar desde la tienda de don Casimiro, completamente sorprendidos. No quisieron quedarse con la curiosidad picándoles el alma, así que alcanzaron a Jacinto y le preguntaron de dónde había sacado tanto dinero.

–Ya ven –les respondió–, vendí toda la ceniza a don Esteban y me la pagó muy bien.

Los dos bromistas se miraron entre sí; no lo podían creer. Y sin decir una palabra cada uno echó a correr a su casa.

Más tarde alguien llamó a la puerta de don Esteban. El hombre gordo y alto salió a ver quién era y encontró a Simón y Mequías completamente batidos y cargando pesados costales de ceniza. Les gritó:

–¡¿Ustedes?! Par de imbéciles…

Continuar leyendo
Haga clic para comentar

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Educacion

La interpretación de los sueños según Freud y Lacan Algunos sueños de René Descartes

Publicado

En

Photo: Shutterstock

¿En los sueños puede predecirse el futuro?

La interpretación de los sueños según Freud y Lacan

Algunos sueños de René Descartes

  1. en T. Psic. Carlos Chávez Macías

En un artículo anterior (Parte 1) mencioné la importancia de la interpretación de los sueños en psicoanálisis de acuerdo con la teoría de Sigmund Freud.

En los sueños son evidentes y claras la existencia y la manifestación del inconsciente de cada persona ya que no se está consciente al estar dormido y en cada uno de ellos el soñante está presente actuando o viendo.

Del mismo modo, señalé que existe el contenido manifiesto, que es lo que la persona recuerda, y el contenido latente que llegamos a conocer con la ayuda del psicoanalista.

Una vez que el analista ha realizado la interpretación con auxilio de las asociaciones del soñante se encuentra un cumplimiento de un deseo inconsciente.

Debo añadir que Freud encontró que puede haber varias interpretaciones, pero que la más profunda tiene que ver con la infancia del que sueña.

Finalmente habrá que recordar que no se trata de hacer un diccionario de símbolos universales sino interpretar individualmente con lo que la persona asocia.

Acerca de unos sueños de Descartes

El propio Freud[1], cuando le proponen que interprete unos sueños propios del gran filósofo René Descartes, escribe que “trabajar con sueños sin poder obtener del propio soñante indicaciones acerca de los vínculos que puedan unirlos entre sí o referirlos al mundo exterior sólo da, por regla general, un magro [pobre] resultado”.

Asimismo, señala que las partes sobre las que Descartes no supo decir nada son las inconscientes y que él “explica eso inconsciente apoyándose en las ideas que el soñante ha aportado”.

También disiente sobre la interpretación que el propio Descartes hace en su escrito sobre un “melón de un país extranjero” como “los encantos de la soledad” diciendo: “Ello no es ciertamente exacto, pero podría ser una asociación de ideas que pusiera sobre la pista de una explicación exacta”.

Por ello, “para el psicoanálisis -Cristina Fontana precisa- no vale dar una significación general e impersonal a un sueño, o hacer un suerte de traducción automática: a tal imagen corresponde tal significado. Un mismo sueño puede tener distintos sentidos según quién los sueñe y el contexto en que se encuentre”[2].

¿En los sueños puede predecirse el futuro?

Existen sueños repetitivos a los que se les atribuyen poderes mágicos o sobrenaturales.

Son los llamados sueños premonitorios. Encierran un deseo inconsciente, como en todos los sueños, que motiva a una conducta. “Cuando alcanza el objetivo, lo interpreta pensando que el sueño ´sabía´ y, en cierto sentido, sí sabía, pues el deseo inconsciente ´sabe´ antes de la persona, pero no es nada mágico sino que forma parte de lo sorprendente del inconsciente”[3].

Recuerdo el caso de una persona que soñó con gran claridad un número de la lotería y estaba convencido que la ganaría. Compró el boleto y no obtuvo el premio anhelado. Habría que interpretar el significado inconsciente de esos números y cuál era el deseo inconsciente.

 Forma más común de interpretar

Hay que tratar el sueño como un enigma que hay que descifrar. Como una frase incompleta.

Generalmente el psicoanalista le comunica al paciente el significado de su sueño, esperando que el analizante esté cerca de llegar a la misma interpretación. El psicoanalista proporciona un significado específico con base en las asociaciones del analizante.

Se cerró el inconsciente

Hace ya algunos años, los psicoanalistas se dieron cuenta de que las interpretaciones sobre los sueños cada día eran menos efectivas.

Jacques Lacan, psicoanalista francés, consideró que esa falta de eficacia se debía a un cierre del inconsciente provocado por los propios analistas, responsabilizándolos de la tendencia a interpretar basados en simbolismos, a pesar de las advertencias del propio Freud.

 La interpretación de los sueños según Lacan[4]

Esto llevaba a que los analizantes adquirieran la capacidad de predecir lo que se les iba a decir.

Por ello, Lacan propuso otro modo de interpretar. En lugar de buscar significados ocultos, propone desbaratar el sentido; en vez de ofrecer al analizante un nuevo mensaje, la interpretación tiene que servir sólo para permitir que él oiga el mensaje que se está dirigiendo inconscientemente a sí mismo.

Para el analista francés no importan las imágenes soñadas sino la manera como se narran; es decir, está atento al lenguaje y sus asociaciones.

El psicoanalista debe tomar la palabra del analizante de una manera absolutamente literal, ya que su tarea no es captar un “mensaje oculto”, sino leer el discurso del analizante como si fuera un texto.

Es decir, el analista debe prestar atención a lo que oye para ligarlo con una cadena de asociaciones. Por ejemplo: si una persona soñó algo relativo a una copa, en lugar de interpretar como genital femenino, quizá puede apuntarse que “está copado” (rodeado o asediado por todas partes), y a partir de esto iniciar la asociación de ideas.

En pocas palabras, podría decirse que lo importante en la práctica lacaniana no es tanto la imagen de lo que se soñó sino la manera como lo expresa en palabras y, a partir de ahí, mediante asociaciones libres aparecerá el inconsciente.

Valor de la interpretación

“El valor de una interpretación no reside en su correspondencia con la realidad sino en su poder para producir ciertos efectos”, ha escrito bien Dylan Evans[5].

Por tanto, el psicoanalista debe despertar la curiosidad y provocar la asociación de ideas. Ello se logra tomando la palabra del analizante de manera literal, como dijimos, y realizando interpretaciones ambiguas, ya que entonces intentará aclararlas tanto a nivel consciente como inconsciente; es decir, se pone a trabajar al inconsciente.

En el sueño habrá un cumplimiento de deseo ya que el deseo inconsciente va a insistir constantemente a través de síntomas, actos fallidos y sueños.

Y es que el objetivo de la cura en psicoanálisis consiste en que el analizante reconozca la verdad de su deseo inconsciente.

[1] Sigmund Freud (1899), “La interpretación de los sueños” en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1976, Tomo 21, pp. 201 y 202.

[2] Cristina Fontana, Todo lo que nunca quiso saber sobre el psicoanálisis, Madrid, Editorial Síntesis, 2001, p. 42.

[3] Cristina Fontana, op. cit., p. 43.

[4] Cfr. Dylan Evans, Diccionario Introductorio de Psicoanálisis Lacaniano, Buenos Aires, Paidós, 1997, pp. 114 y 115.

[5] Dylan Evans, op. cit., p. 115.

Continuar leyendo

Politica

Propinan salvaje golpiza a periodista en la Miguel Hidalgo CDMX

Publicado

En

Photo: Shutterstock

Al realizar la cobertura de un evento político el pasado viernes 15 de diciembre de 2023 fue agredido, robado y golpeado salvajemente el periodista Fernando García Álvarez por un grupo de porros encabezado por Rafael Guerrero quien se ostenta como miembro de Morena. Esto aconteció alrededor de las 11 horas en el parque Salesiano ubicado en la alcaldía Miguel Hidalgo de la ciudad de México, esto a minutos antes de que iniciara el recorrido de trabajo del diputado Miguel Torruco Garza quien se perfila como la mejor carta de MORENA para ser contendiente y ganador de las próximas elecciones de 2024 para por fin sacar al PAN de la alcaldía.

Fernando García Álvarez profesional de los medios desde hace más de 3 décadas fue distinguido entre otros galardones con el premio Nacional de Fotografía Antropológica por su cobertura para la agencia internacional de noticias Associated Press del levantamiento indígena zapatista en Chiapas en 1994. Profesor y tallerista en diversas instituciones educativas y culturales ha sido activista social, defensor de la libertad de expresión y derechos humanos logrando sentar un precedente jurídico al comprobar por primera vez en la historia del país la censura ejercida por el Estado en 1996 a través de una recomendación emitida por la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

El grupo de golpeadores en el parque Salesiano .

Al momento de la redacción de esta nota, la brutal agresión encabezada por el seudo líder morenista Rafael Guerrero mantiene a García Álvarez postrado en cama ya que las graves lesiones recibidas por los golpes propinados en sus partes blandas y piernas le imposibilitan incluso caminar. Asimismo, en esta deleznable acción fue despojado de su celular que después recuperó de las propias manos de Rafael Guerrero, pero ya sin el micrófono que tenía integrado el cual fue robado. Al cínico grupo de golpeadores no le importo vejar, humillar y atentar contra la integridad física y psicológica de un hombre mayor que usa gruesos anteojos y todas luces se aprecia frágil y vulnerable con delgadez extrema, una acusada palidez, el caminar pausado y de movimientos lentos que delatan un evidente estado de salud endeble, pues el periodista actualmente lucha contra un cáncer de sangre desde hace varios años.

Al parecer el que la gira de trabajo del diputado Miguel Torruco Garza fuera coordinada por América Miranda Reséndiz actual concejal por MORENA en Miguel Hidalgo molestó en extremo al violento grupo de Rafael Guerrero que llegó con la intención de reventar el evento para hacer quedar mal al equipo de América Miranda y al del diputado local Martín Padilla también presente en el recorrido realizado con la intención de conversar con los vecinos y escuchar sus demandas ciudadanas. Y es que la concejal América Miranda y el diputado Martín Padilla a través de sus acciones y trabajo se han ganado el reconocimiento de la comunidad convirtiéndose en auténticos líderes de la alcaldía Miguel Hidalgo. Hay muchos ciudadanos que ven en ellos gente nueva alejada de las mafias tradicionales enquistadas en MORENA, mafias que han propiciado y coadyuvado a que el PAN ganara las ultimas 2 elecciones.

El menos precio de algunos políticos de diversa laya por la libertad de expresión y el estado de derecho les permite actuar de manera impune amedrentando, golpeando o asesinando periodistas, nuestro país tiene un muy lamentable historial en este sentido y aunque desde el ejecutivo federal se aliente al debate público en los medios, ciertos grupúsculos de muy antiguo cuño y proceder no ceden un ápice en su ambición desmedida de poder y no dudan en aplicar la violencia de manera sistemática, así como el sabotaje y la extorsión pretendiendo mantener o escalar en sus privilegios políticos y puestos en la administración pública.

El joven equipo de Miguel Torruco Garza y el propio diputado deben estar muy alertas pues estos infiltrados al interior de MORENA no tienen escrúpulos ni ética y menos empatía con el pueblo llano del que se han convertido en verdugos. Ni por error comulgan con los ideales del presidente de México Andrés Manuel López Obrador y ya se frotan las manos por el botín político y económico una vez que el jefe del ejecutivo termine su gestión.

En primer plano Rafael Guerrero, líder de los golpeadores.

En entrevista García Álvarez nos dice que al encarar a los golpeadores y su jefe Rafael Guerrero frente a Miguel Torruco Garza al final del evento, de manera burlona, mendaz y absolutamente cobarde negaron la agresión pese a que García Álvarez apenas podía caminar y era evidente que el dolor acalambraba sus extremidades sosteniéndolo apenas. Otra cosa gravísima es que la pandilla de golpeadores en todo momento rodeó a lo largo del recorrido al Diputado Torruco como si no hubieran cometido ninguna vileza, fingiendo acompañarlo como si fueran viejos conocidos, y esto solo puede traer descredito y el repudio de los vecinos de la Miguel Hidalgo que ya han tenido suficiente con los pésimos manejos y gobiernos abusivos de personajes como Víctor Hugo Romo y sus secuaces.

¡Alto a la violencia contra los periodistas! Nunca aceptaremos ni la intimidación ni la violencia para acallar nuestras voces. La cobarde agresión, el ataque en pandilla orquestado contra el reconocido periodista Fernando García Álvarez tiene como objetivo sentar un precedente para silenciar las voces disidentes pues García Álvarez es de sobra conocido en el ambiente político pues ha cubierto con análisis críticos desde hace mucho tiempo la escena política del país, el taimado ataque es una infamia que no debe quedar impune, debe ser el imperio de la ley sobre todas las cosas y sobre todo como ejemplo de respeto a la máxima “No mentir, no robar, no traicionar”.

 Y tú ¿estás por la paz y dignidad o la violencia y la mentira?

Continuar leyendo

Arte

Levantón

Víctor Salgado B.

Publicado

En

Photo: Shutterstock

Mira, hijo, los dos estamos metidos en este pedo, así que vas a hacer lo siguiente: te agarras los huevos y te callas. Tú fuiste el que quiso andar con sus mamadas, así que ahora aguántate.

¿Qué crees, que a mí no me dolieron los putazos? A huevo que me dieron una chinga bien sabrosa, ¿y me ves que estoy chillando? Ah, pues entonces deja de hacerle al pendejo. Ya no te muevas, cabrón, como quiera no vas a aflojar esos nudos, no es como las películas pendejas que ves en el cine. Rápido y furioso, esa mamada se la sacó del culo algún idiota con mucho tiempo libre… ¡A la verga! Sí que patea duro el pinche gorila ese; creo que me rompió una costilla o algo. ¡Puta! Me duele de a madres. Ya no te muevas, pendejo, nomás estás haciendo que se te hinchen más los putazos. A ver, acércate. ¡Acércate, mamón! Déjame ver… No, pues sí te descalabraron gacho, pinche vergazote que traes en la choya. Pero no te agüites, ya no sangra, aunque sí te va a quedar un chichón bien macizo. Estás bien morro. ¿Cuántos años tienes? ¡Diecisiete! Todavía tienes tiempo para que se te quite lo pendejo… Bueno, si salimos vivos de ésta. ¿Y por qué le entraste a la maña? Yo la neta no hallé otro jale, aquí me ofrecieron chamba de cuidador, y como estuve en el ejército, luego luego me la dieron de pistolero. Pero tú… ¡No mames! Teniendo a tus jefes, estando en la escuela, y sales con esta chingadera. Ya sé: querías sentirte bien vergas jugándole al narco. Pero pues aquí está tu pinche sueño hecho realidad…, pero ya ni llorar es bueno.

¿Sabes qué pedo?, te pareces un chingo a mi hermano Joaquín; “el Juaque” le decíamos. Ese güey jugaba al futbol como los más chingones y las viejas lo seguían de a madres, a huevo que sí. Era mayor que yo, por eso lo respetaba y quería ser como él. Pero ya ves: yo me metí de guacho y él se clavó a la maña. Que dizque los mandaban al monte a entrenar, ¡qué pinche entrenamiento les iban a dar! A pura putiza los traían, a levantar la mota, a empaquetar, a cargar los camiones, a halconear… Y en la primera que les cayeron los guachos, a mi carnal se lo chingaron. Yo por eso deserté y me fui pa´l gabacho, hasta que me deportaron, y ya ves: aquí no hay dónde jalarle por la derecha. Vale verga, pinche país de mierda.

Yo nunca le he puesto al perico, ni a la mota, ni al cristal, ni a ninguna de esas porquerías, ¿tú sí? ¿Qué se siente? ¡No mames! Ya me imagino andar todo el pinche día bien lampareado como pinche conejo, ¡a la verga! Bueno, a la mota sí. Una vez. Iba en la secundaria. La morra que me gustaba me invitó a una fiesta, que con unos cuates bien chidos, que pura buena onda y que no hay pedo. Puro pinche morro fresa, y no faltó quién sacara un toque, un pinche güerito que se parecía a Daniel el Travieso, bien cagado el vato. Le di el jalón a esa madre, y cuando empecé a toser todos los demás se rieron de mí, hasta la morrita con la que iba, pues yo ni sabía fumar, güey. Al principio no sentí nada más que la garganta bien puteada, luego me empecé a sentir bien acá, como si todo fuera un sueño, luego me dio un chingo de sed, y después un chingo de hambre. Ja ja ja, cuando llegué al cantón mi jefa hasta se espantó, pues cómo no, si me tragué un platote de frijoles con crema y como veinte tortillas. Pero después de ahí ya nunca he vuelto a meterme nada. En el ejército te la cobran bien gacha si te agarran haciéndole a esas mamadas; por lo menos de una putiza no te salvas.

Al chile la cagaste, cabrón. ¿Apoco no sabías que la morrita traía jale con el mero chingón? ¿Qué pensaste, que nadie se iba a enterar? Pues si todo el mundo los vio cuando andaban de aquí para allá, de arriba para abajo, de motel en motel. Aunque eso sí, la chavita tiene lo suyo, está guapita; pero de ahí a que valga la pena que te cuelguen de los huevos por ese gusto, pues no, mijo. Y luego, ¿cómo se te fue a ocurrir que hablando con los tiras ibas a arreglar todo el cagadero? No, pues si te digo que pa’ pendejo no hace falta diploma. ¿Pero sabes qué pedo? A esa morra ya se la chingaron, y de seguro le fue peor que a nosotros. Yo sé cómo son de culeros estos güeyes con las rucas que les juegan chueco; a nosotros nos van a dar un pinche balazo en la sien y a la verga, pero a ellas las madrean, las violan, las rapan y las sacan encueradas a la calle para matarlas de un tiro… o a piedrazos. Dicen que una vez a una la quemaron viva en un hotel. ¿Que qué hizo? Andaba con el jefe de plaza y salió embarazada, pero no sabía que ese cabrón ya se había hecho la vasectomía. Te digo que son una mierda, y nosotros también por estar aquí con ellos. ¿Esta es la vida de narco que querías vivir? ¿Pa’ qué chingados te saliste de tu casa, cabrón? La querías, ¿verdad? Pues sí, pero ya no llores, mijo, ya no tiene caso…

Ira. Ven, acércate, güey. Aquí traigo al patrón. ¿Sí lo alcanzas a ver? Mi San Juditas Tadeo. Me lo tatuó un compita que ya está en cielo, se lo chingaron en su local hace como un año. Qué mal pedo, ese carnal no se metía con nadie, era bien tranquilo, él nada más a su chamba y ya. Yo me digo: y todos los que andan de culeros, ¿por qué a esos nadie les hace nada? El patrón siempre me ha cuidado, y si él quiso que estuviera en este momento en esta situación, cámara, no me agüito, porque por algo me escogió. Aunque digas que es mamada, cada uno de nosotros tiene su misión y su tiempo; y el nuestro, pues al chile, hasta aquí llegó.

¿Quién me iba a decir que por tirarte el paro también yo iba a terminar en las mismas? Pero ya ni pedo, me conformo, ya sé que cuando todo esto pase voy a volver a ver a mi carnal el Juaque, que de seguro ya me está esperando allá. Nomás le pido al patrón que no me deje, que me lleve de su mano. Chale, güey, no me veas así. Sí, estoy chillando, ¿y qué? Tú también estabas chillando hace rato, ¿no, puto? Ah, pues ahí está. Y además, si lloro es porque me acordé de la jefa. Hace años que no la miro, ella no ha de saber ni siquiera si estoy vivo o muerto, y yo que pensaba ir a verla nomás que tuviera un chance, pero ya no se va a poder.

¿Y tú, no piensas en tus jefes? Han de estar bien agüitados. ¿Cómo que ni les importas? A veces uno se porta bien ojete con los padres, pero de seguro los tuyos te han de estar buscando; imagínate cómo se van a sentir cuando te tengan que ir a reconocer. Ahí está, ¿no que no? Pero ni cómo salir de ésta, mejor encomiéndate al patrón. ¿Que no crees en Dios? Pues por eso te va como te va, pendejo.

Ya va a amanecer, hijo. Hay que tratar de dormir algo, aunque sea nomás para soñar el último sueño.

¡Chst! Cállate, güey, no hagas ruido… Se oye que vienen unos cabrones; pa’ mí que andan pedos… Sí, se la han de haber pasado pisteando y polveando toda la noche… ¿Ya viste? Ya amaneció… Han de estar todos paniqueados por el perico. Hazte el dormido, y ahorita que vengan, como que no quieres, o no te puedes despertar. ¿Cómo que pa’ qué? Pues para ganar algo de tiempo… ¡Silencio! ¡Silencio! Ya están aquí…

¿Qué pedo? ¡No mamen! ¿A dónde se lo llevan? ¡Hijos de su puta madre! ¡Déjenlo, no sean culeros! ¡Hijos de la chingada, ya no le peguen! ¡Ya no le peguen! ¡Aguanta, hijo, aguanta! ¡Suéltenme, pinches perros! ¡No me dejen aquí, hijos de su puta madre! ¡Llévenme a mí también! ¡Llévenme también, putos! ¡Llévenme! ¡Llévenme también, culeros…!

¡Adiós, hijo! Adiós…

Continuar leyendo

Reciente