Mika una gatita con piel suave y brillante como la más suave y brillante seda, de ojos azules como el cielo y fría mirada como los días de invierno. Era una tarde como cualquiera se encontraba acostada en el sillón junto a mi madre. Mika me cuenta que en el transcurso de la noche anterior se había puesto triste, pues el gatito blanco que cada noche la visitaba no había venido. Ella angustiada lo esperaba en el último peldaño de la escalera de la azotea con la esperanza de que aun llegara. Estuvo ahí gran parte de la noche contemplando el cielo y las estrellas. Sintiendo a la luna como su única compañía. Tras no ver su llegada, ella enojada se dirigió a la puerta de mi habitación sigilosamente rondo sombre mi cama teniendo la certeza de que estaba dormida, subió a mi escritorio, vagando entre mi lámpara y mi impresora, acostándose entre mis cuadernos y las hojas suelta que ahí tenia y empezando a tirar los plumones que se encontraban encima de la mesa. Dice que se encontró con un cable debajo del escritorio que le causaba gran curiosidad lo observaba fijamente, con su patita derecha lo empezaba a mover y mientras el movimiento del cable era más continuo llamaba más sus atención. Ella enfurecida con ganas de atraparlo lo mordió tan fuerte quedando totalmente en dos partes. Angustiada no sabía cómo solucionarlo, pues sabía que estaría castigada como mínimo dos días, y no podría ver a su enamorado de pelaje blanco lo que aún le ponía más triste. Entonces decidió escaparse, su plan fue durante un día, para poderse escabullirse del castigo que la esperaba. Tras no aguantar el hambre que la aquejaba decidió volver a casa, en el transcurso se devoro una lagartija, pero no fue suficiente. Al volver se encontró con su ama quien la esperaba con enojo, Mika asustada tendría que enfrentarse con los regaños y el castigo.